Ayer, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resolvió desechar la impugnación presentada por el candidato de Movimiento Ciudadano, Emilio Olvera, y ratificó a Adanely Rodríguez Rodríguez como presidenta municipal electa de Poza Rica.
Con ello se cierra formalmente el capítulo electoral y comienza la cuenta regresiva hacia una nueva administración que, guste o no, tendrá que enfrentar el reto más grande de todos: recuperar la confianza del pueblo.
Lo curioso y hasta cínico fue ver cómo, apenas conocida la resolución, todos aquellos que la traicionaron durante la contienda salieron presurosos a felicitarla públicamente. Los mismos que apostaron por dividir, que negociaron con el adversario y que “entregaron” casillas clave, hoy hablan de reconciliación, de unidad y de cerrar filas por el bien de Poza Rica.
Es pura ironía, pues el discurso de la reconciliación suena bien, pero en política las palabras sin acciones no valen nada. Si en verdad Adanely Rodríguez quiere honrar el mandato que le dio la gente, tendrá que hacer una limpia profunda, sin miramientos ni compromisos con los viejos intereses.
Mantener dentro de su equipo a los mismos funcionarios mediocres y desgastados que hundieron la imagen del actual gobierno solo provocará desconfianza y decepción. Morena tiene mucho que perder si no corrige el rumbo. El 2027 está más cerca de lo que parece y el partido deberá demostrar que aprendió la lección.
Adanely Rodríguez no puede darse el lujo de mantener a quienes traicionaron desde dentro y apoyaron a Movimiento Ciudadano por debajo del agua. Esos mismos actores son los que hoy, con una sonrisa falsa, se presentan como promotores de la unidad.
Si la presidenta electa quiere recuperar la esperanza de Poza Rica, tendrá que borrar de raíz toda la podredumbre que generó el hartazgo ciudadano. No se trata solo de nombres, sino de prácticas: el amiguismo, el saqueo disfrazado de gestión y el uso del poder para beneficio personal.
Adanely Rodríguez tiene una oportunidad histórica. De ella depende que el cambio no sea una simple rotación de nombres, sino una verdadera transformación. Porque, si no hay limpieza, la reconciliación será solo un discurso vacío, y Poza Rica no está para discursos.





