UNA MIRADA ATRÁS
Complejo Antonio J. Bermúdez
Evocando a sus personajes y actores tras escenario
POR: ING. JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ BADILLO
Durante la vida útil de este complejo deportivo, salieron a la luz protagonistas con cualidades vinculadas a los deportes que dejaron su huella en la memoria de los aficionados; unos más que otros, pero todos jugaron un roll que engrandeció su quehacer. Sin distinción por el orden recordamos a Rubén Macías Avendaño “La Tripa”, Iberio Muñoz Ramírez “La Balanza”, Carmen Rodríguez Martínez “La Tota”, Rogelio Del Ángel Lorenzo “El Caperuzo”, Ricardo Martínez Luna “Don “Richard”, Cutberto Fernández Méndez “El Jarocho”, Manuel González Hernández “El Pirrin” y los boleros de la cancha Bermúdez, entre otros.
Andar por el “Deportivo Pemex Antonio J. Bermúdez”, que integró el parque de Beisbol Jaime J. Merino, la alberca Olímpica Joaquín Capilla, la cancha Antonio J. Bermúdez y sus diversas instalaciones, era inminente verlos a todos ellos durante las veinticuatro horas del día: no estaban en la nómina para el mantenimiento, la operación y el cuidado, pero su labor dio un valor a estas encomiendas. Muchos jugadores tuvieron en ellos dependencia importante en su vida personal y atlética, eran parte de la rutina diaria que enlazó una fraternidad que surgió con armonía durante su permanencia en los equipos de Beisbol, Futbol y Basquetbol de los famosos petroleros de Poza Rica.
Dentro del perímetro de la cancha, en la calle Ocho Norte, estuvieron los famosos Boleros: “El Barco”, “La Brocha” y “El México”, mismos que lustraban los zapatos de jugar y mocasines de los futbolistas que vivían en las alcobas de la Cancha, Everardo “La Morsa” Aceves, Carlos “La Aguja” Quintanar, Carlos González Cabrera, entre otros, quienes siempre lucían su calzado limpio y brillante, incluso los speaks para los jugadores de beisbol, siendo El Caperuzo y Pirrin los emisarios de esa tarea.
Desde 1935 que nació el Parque Merino, tuvo entre sus actividades primordiales a varios personajes en su entorno, en su singular césped y bajo la iluminación única en la Liga Mexicana, desfilaron grandes peloteros extranjeros y mexicanos, estos en diferentes categorías. El pasto y su cuidado fue el encargo desde 1951 del bien recordado Rubén Macías Avendaño “La Tripa”, quien llegó a Poza Rica jugando basquetbol, entró a trabajar en Máquinas Herramientas y se mutiló unos dedos, lo que lo marginó de ese deporte. El Ing. Merino le asignó el cuidado del Parque de Beisbol, el que cuidó celoso mientras este existió. Esto hizo que se considerara en su momento la mejor Grama y Alumbrado de la Liga Mexicana de Beisbol.
Cuando se instaló el sonido para anunciar el “Line Up” de los juegos de beisbol, él se encargó de hacerlo; durante el juego pronunciaba los bateadores al turno, así como los incidentes del juego, daba algún dato relevante del momento, al terminar la entrada ponía música guapachosa y entre ella, el gran éxito, “Pelotero a la Bola”, que de inmediato hacia mover a la fanaticada de la Pelota Caliente. Su locución también fue parte de los partidos de Futbol Profesional de Segunda División, cuando jugaban los Petroleros de Poza Rica F.C., en donde se ganaba el máximo aplauso dando la alineación del equipo local. Fue así como se convirtió y se le recuerda gratamente como “La voz del Parque Merino”.
De similar característica de aprecio fue otro legendario personaje, Iberio Muñoz Ramírez, a quien se le conoció cariñosamente como “La Balanza”, El Bat Boy de los Petroleros de Poza Rica. Él fue originario de Pueblo Viejo, hoy Cuauhtémoc, Veracruz, lugar que se encuentra en la ribera Sur del río Pánuco y que colinda con Tampico, Tamaulipas. De donde llegó muy niño y se acercó al Parque Merino. Al ver los juegos, se ganó la amistad de los jugadores, quienes al notar que tenía una discapacidad física innata, lo tomaron como su ‘mascota’ y Don Raúl Gibb Quintero lo adjuntó al equipo como Bat Boy, causando sensación a la muy conocedora fanaticada.
La Balanza se convirtió en un elemento muy versátil para los petroleros, su mote se derivó por su caminar, pues por tener mal sus piernas se balanceaba al caminar, de ahí que prácticamente surgió de la Voz de la Fanaticada “La Balanza”. En su tarea llegó a la edad madura, siempre atento a las incidencias de juego y apoyo a los jugadores, con quienes viajaba y en otros lugares era parte de la admiración. Y es que, cuando caía el tercer out con el cácher en basado, él tomaba la mascota y recibía la pelota del pícher en la sesión de calentamiento, previo al inicio de la entrada. Fue muy querido por el Sr. Jesús Heredia, quien fue conductor del Camión Beck donde se transportaba el equipo, en sus salidas para jugar en otras plazas. Esto hizo que el buen amigo Iberio Muñoz, “La Balanza” sea en la actualidad, antes y después de su partida, una leyenda del Beisbol: para muchos el Incuestionable Rey de los Deportes.
Pero si en el beisbol había candela pura, esta se ampliaba al oír en la radio la narración singular del inmortal locutor de la estación XEPR, Cutberto Fernández Méndez “El Jarocho”, ya que el beisbol sin su narración no era lo mismo, su peculiar estilo no lo tuvo nadie, ni los gigantes de la locución. Desde aquel 18 de marzo de 1953 que nació esta difusora en Poza Rica, y con ello la transmisión de los partidos, el famoso Swinggggggg, Strikes Three, las bolas malas, pass bol, los hits, las nueve entradas con el out veintisiete, eran su característica común e inolvidable. La radio tenía su máxima audiencia cuando los Petroleros jugaban en el Merino.
La memoria colectiva de la fanaticada pozarricense guarda aquella anécdota que lo hizo famoso: fue un día que los petroleros iban empatados en un juego cerrado, ambos píchers tirando una joya desde la loma y, al abrirse la novena entrada, un bateador visitante prendió descomunal toletazo, la pelota levantó vuelo mientras Cutberto comenzó a decir “La pelota se va, se va, se va y se fue a chin…su madre señores, Jooonrrooonn”, sorpresa y desanimo causó la carrera, pero al recordar la transmisión, se empezó a comentar el impropio de un hombre culto y admirado. Al día siguiente Cutberto se disculpó muy apenado con la audiencia y la empresa le dio tres días de descanso obligado. ¡A todos se nos puede ir una de esas amigos!
Entre la fanaticada de la pelota caliente, quién no recuerda al “Caperuzo”, Rogelio Del Ángel Lorenzo, que es su nombre, pero tal vez uno de los dos personajes que conoció y anduvo por todos los rincones y recovecos del Parque Merino; fue el ayudante de Don Rubén Macías Avendaño “La Tripa”, en todas indicaciones que por muchos años obedeció, hasta que el complejo fue desmantelado. Lo insólito de esto es que nunca estaba en nómina, no tenía hogar y pernoctaba en donde podía en el parque Merino; El Cape estaba metido en el ánimo y amistad de los beisbolistas que vivan bajo las gradas de la zona de primera base, de similar forma fue con los jugadores de futbol. ¡Ese es el famoso “Cape!”.
El Caperuzo fue un ayudante muy versátil, le entraba a lo que fuera necesario, lo que le pidiera “La Tripa Macías”, recogía las pelotas que salían de faul, incluso las que caían sobre la techumbre de las gradas, subía con inusual habilidad por los postes del alumbrado logrando llegar al segundo piso, se ponía en la pizarra para colocar los números del marcador en cada entrada manualmente, estaba atento a cualquier indicación. Recuerdo un partido en que por el micrófono le indicó La Tripa: «Caperuzo, Caperuzo, cambiar el foco que indica el segundo strikes, está fundido», pero no había focos de repuesto, bajó volado y le pidió uno a “Don Richard”, el conserje de la cancha y regresó presto a colocarlo, tarea que ilustraba a su colega Daniel Estrada Moreno mejor conocido como “La Macusa” y compartía con su eterno amigo del alma, “El Pirrin”.
Dentro de todos esos roles de trabajo se encontraba Manuel González Hernández “El Pirrin”, amigo inseparable del Caperuzo. Don Rubén no lo quería, pero poco a poco El Pirrin se ganó el afecto de La Tripa y se convirtieron en una pareja a tal grado inseparables que les decían “Fuga en Cadenas”, en alusión a una película de 1958 con Tony Curtis y Sídney Poitier. Tanto El Caperuzo, como Pirrin, lejanos de sus familias fueron amigos en las buenas y las malas, solidarios, recíprocos y leales: compartían la papa en momentos de escasez, y disfrutaron los momentos de más abundancia que les dio la vida, que no fueron muchos, pero siempre reinó la buena amistad.
El Pirrin tuvo más inclinación por el futbol, donde se acercaba a los jugadores del equipo de Poza Rica, FC; fue tanta la amistad que tenía con ellos y entrenadores que se echaba la cascarita en los entrenamientos e interescuadras cuando faltaba algún jugador por lesión, en donde se incluía a “El Caperuzo” y a Fernando García Góngora “El Pinano”, que asistían a los crack de futbol. Esto les dio oportunidad de asistir a eventos que se realizaban en ambos lugares, el Merino, la Bermúdez. Fue tanta la amistad con los jugadores del equipo de futbol, que El Pirrin se hizo compadre de Carlos González Cabrera, distinción que muchos quisieron; ambos personajes ya están con Dios. Cape radica en Reynosa, Tamaulipas, en donde se jubiló de PEMEX, y Pirrin en Tecolutla, donde lucha contra una enfermedad que no da oportunidad y perdió la batalla.
En la Cancha Bermúdez existieron dos protagonistas insoslayables, Doña Carmen Rodríguez Martínez, a quien se le conoció como “La Tota”. Ella destacó en eventos de concurrencia masiva como el futbol, beisbol, lucha libre y otros en que custodió como boletera el acceso de entrada a la Cancha Bermúdez; oriunda del Puerto de Tuxpan de Rodríguez Cano. El control que ejerció en la puerta la convirtió en una aduana más difícil de pasar, que, hasta los árbitros y directivos, al no conocerlos les impedía el acceso. Vio pasar “La Caravana de Estrellas” Corona, a los famosos “The Harlem Globe Trotters”, el “Holiday On Ice”, el Basquetbol con la “Ola Verde”, funciones de Lucha Libre, Box y otras. ¡Grrrrr, que difícil fue Colársele!
El otro protagonista fue el Sr. Richard Martínez Luna “Don Richard”, Conserje de la Cancha Bermúdez, tenía su casa lindante a esta y dentro del perímetro, amigable igual que sus hijos y esposa. Impulsó su labor con loable y ejemplar ahínco, la mantuvo limpia y siempre lista; cuidado especial puso en el reloj marca Gruñe de fabricación alemana, la bocina marca Radson que estaba sobre el techo.
A la memoria viene un hecho insólito, cuando se desarrollaba el Campeonato Nacional de Basquetbol en 1953, los tableros de las canastas tenían una articulación para izarse en base a una carrucha y cable, antes del partido entre Baja California Norte vs. Veracruz se atoró, cuándo se pretendían bajar, él sagas Richard escaló hasta llegar al punto del problema, la mirada del público que llenó las gradas de la cancha presenciaron la intrépida peripecia del gran personaje, que manualmente solucionó el inconveniente. ¡Hoy solo nos quedan recuerdos y añoranzas!