“No miren hacia arriba”: la desinformación de la sociedad
Enrique Fernández Ramírez
Durante estos últimos días de asueto, sin tener algo especial que hacer, me dispuse a ver la película “No miren arriba”, en la plataforma de Netflix. Es un filme de ficción que se anuncia a sí mismo como un relato de posibles hechos que pueden ocurrir en el futuro.
Protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio, la película de Adam McKay, transcurre entre el suspenso, el drama, algunos pasajes cómicos y de humor ácido.
La astrónoma Kate Dibiasky y el Doctor Mindy han descubierto un cometa que según sus cálculos impactará al planeta Tierra en seis meses catorce días. El cataclismo será de tal magnitud que provocará la extinción de la especie humana y de todas las demás especies. La enorme preocupación de estos científicos los lleva a tratar informar a las autoridades del más alto nivel sus temores fundados para que éstas intervengan, pues aún están a tiempo de desviar la trayectoria del cometa.
La información que poseen estos jóvenes científicos es de vital importancia para la preservación del planeta y de la armonía de la naturaleza con las distintas especies. La existencia de la humanidad entera depende de que los líderes, los políticos y los organismos responsables de la seguridad planetaria asuman con seriedad el grave riesgo en que se encuentra el mundo, y hagan algo a la brevedad para salvarlo.
No es mi intención hacer una reseña de la película. Sería despojar del interés de verla a quienes aún no lo han hecho. Sí es una invitación a que la vean para que cada uno elabore sus propias conclusiones. Como toda obra de arte, tiene innumerables lecturas. Cada espectador la interpreta desde la perspectiva de sus propios marcos referenciales que lo constituyen.
Lo que deseo destacar son los obstáculos a los que se enfrenta una verdad que afecta a todos los humanos. Los poderosos intereses que intervienen para ocultarla. Y los esfuerzos mediáticos de los poderes fácticos para generar un pensamiento colectivo en un sentido diferente a la realidad: “no miren arriba, no miren el cometa”.
Es desalentadora la actitud indolente que demuestran los altos político en el manejo de la información realmente importante. No son capaces de hablar con la verdad si lo consideran políticamente incorrecto. Su modus operandi es el cálculo político y el balance electoral que les puede redituar. “No podemos decirles a los ciudadanos esa verdad”
Por su parte, los medios de comunicación tienen una línea editorial de la cual los comunicadores no deben apartarse. Es el otro obstáculo con el que chocan los jóvenes científicos en su periplo por comunicar la verdad sobre la inminente destrucción del planeta. Expresan su información y los conductores de los programas informativos, endulcoran el contenido, minimizan los riesgos, trivializan la verdadera amenaza y hacen mofa de la información.
Las empresas globales, con su enorme poder económico no se detienen, aún a costa de poner en riesgo a la humanidad, para explotar los recursos minerales que contiene el cometa que se avecina. Construyen una narrativa exitosa de progreso tecnológico en los dispositivos electrónicos y programas virtuales. Hablan de generación de empleos que traerá el desarrollo de las nuevas tecnologías utilizando los materiales del cometa.
El despliegue coordinado y sincronizado de las acciones informativas y de dispersión de mensajes subliminales de estos poderes fácticos, genera una atmósfera adversa a la verdad del peligro inminente. Crea en la población un pensamiento colectivo autocomplaciente que no se corresponde con la realidad que pone en riesgo a la humanidad. Ricardo Raphael lo resume con una frase contundente: es la idiotez humana.
Esta película guarda un estrecho paralelismo con las realidades que cotidianamente vivimos. El cometa es una metáfora de las serias amenazas que tiene la humanidad hoy: el neoliberalismo, el capitalismo, el materialismo, la corrupción, las grandes desigualdades socioeconómicas, las migraciones, el cambio climático, la explotación de los trabajadores, la automatización de los procesos, entre otras. Dice Enrique Dussel que al paso que vamos, a la humanidad le queda muy poco tiempo. Vamos todos hacia el abismo.
Sin embargo, muchos de nosotros no somos capaces de ver con claridad esta realidad. Estamos obnubilados con información trivial. Entretenidos en un mundo virtual que nos proporcionan los medios tecnológicos. Invadidos de un pensamiento económico construido en una cultura del consumo y de lo efímero. Alejados cada vez más de nuestros semejantes por el egoísmo, el individualismo y la falta de solidaridad.
“No miren hacia arriba”, una película sobre la desinformación como estrategia del poder.