Plaza Cívica

Reconocimiento a los trabajadores de la CFE

Enrique Fernández Ramírez

Después de una noche larga y oscura, vino el despertar de la pesadilla más horrenda que se pueda uno imaginar. El escalofriante y feroz aullido del viento seguía resonando en nuestros oídos, negándose a exiliarse de nosotros para quedar grabado en nuestra memoria, no sabemos por cuanto tiempo. No podremos olvidar tampoco los innumerables e indefinidos ruidos de diversos objetos y ramas, que vencidos por la velocidad y fuerza del viento eran desprendidos de sus bases y arrastrados sin rumbo fijo. Fue una anárquica y estridente rapsodia de terror inolvidable. Al final, la destrucción, la devastación, el dolor y el sufrimiento.

En el triste amanecer del 21 de agosto, fueron los primeros vehículos que comenzaron a circular cuando aún no cedían los remanentes del huracán Grace. Las fuertes rachas de viento azotaban ululantes todavía, como si quisieran rematar de una vez por todas las casas destechadas, los árboles caídos, los cables de electricidad tirados, los postes quebrados y los transformadores inutilizados. Eran las cuadrillas de los trabajadores electricistas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que avanzaban despejando de obstáculos las carreteras, en esas primeras horas, rumbo a la reparación de los daños ocasionados por el desastre natural.

Uno tras otro avanzaban los camiones equipados ex profeso para las tareas propias de su labor. En ellos se transportaban personal técnicamente especializado en infraestructura eléctrica. Seres humanos, ciudadanos como cualquiera de nosotros, que seguramente también sufrieron afectaciones en sus viviendas, provocadas por las inclemencias del huracán. Trabajadores que tuvieron que dejar para después las reparaciones de los daños en su propia casa, pues el trabajo es primero y el deber llama. Salieron de sus hogares cuando aún los vientos huracanados no amainaban y sintieron en su cuerpos y en su rostro, el frío y duro golpe de la naturaleza enfurecida.

Era éste, el primer día de muchos de arduo trabajo. La terrible realidad con la que se encontraron, rebasó con mucho sus expectativas y capacidad de respuesta. Los daños eran mucho más de lo imaginado. Los destrozos a la red eléctrica eran incalculables y de gran magnitud. Ciudades, colonias, pueblos, comunidades y rancherías, prácticamente sin infraestructura eléctrica de pie. La situación se tornó más complicada por los árboles caídos que hacían más difícil el acceso a los centros poblacionales, y por los árboles que habían caído sobre las redes del cableado eléctrico, lo cual dificultaba las maniobras de reparación. Las jornadas de trabajo fueron largas y extenuantes

Ante la gravedad y dimensión de los daños, el personal de la región local no fue suficiente para reparar con presteza y restablecer en el menor tiempo el servicio de suministro de energía eléctrica a la población. Fue necesaria la intervención del gobierno federal y estatal para trasladar a esta zona cuadrillas de trabajadores de otras regiones y estados, para colaborar y reforzar las tareas en los trabajos de reparación, y resarcir los daños provocados por el huracán. La llegada de los vehículos con los trabajadores de otras regiones fue aplaudida por la población.

Llegaron trabajadores que no estaban acostumbrados a este clima; que tampoco estaban habituados a la gastronomía de esta región; y que tuvieron que dejar a su familia por varios días. Sin importar estos inconvenientes, se unieron solidariamente con los trabajadores locales en el desarrollo de las labores de reconstrucción, reparación y restablecimiento del suministro eléctrico de la población. Trabajaron jornadas de más de ocho horas, en condiciones adversas, en lugares inhóspitos de la sierra del Totonacapan, y de la huasteca veracruzana e hidalguense. Con apenas tiempo para comer, tomar agua y descansar un poco.

Puede calificarse de heroica la participación de los trabajadores de la CFE, en estos días aciagos en los que todos hacemos el recuento de los daños. En los que, a pesar de los titánicos esfuerzos que realizan al extremo, no consiguen aún normalizar el servicio eléctrico. Pero que esperábamos, no fue un foco lo que se fundió. El tamaño del desastre en la infraestructura eléctrica fue de dimensiones apocalípticas.

Ante el enorme desafío que representó enfrentar el proceso de reparación de los daños provocados por los fuertes vientos, los trabajadores de la CFE se encontraron con gratas sorpresas y con desagradables reacciones de la gente.

En algunas localidades rurales, y aun en algunos sectores urbanos, descubrieron que aún prevalece el espíritu comunitario de solidaridad, de colaboración y de gratitud de la gente. Hubo muchas personas, residentes de las localidades, que al ver la magnitud de las tareas de limpieza necesarias para realizar las labores de reparación, se unieron a los trabajos apoyando en lo que fuera posible. Algunos cortaron ramas de los árboles caídos para despejar el cableado; otros apoyaron en levantar los postes, jalar cables, cargar las piezas y herramientas. En realidad, fue ejemplar la participación de esta gente, que en medio de la desgracia, demostraron su gran generosidad y amor por su terruño, trabajando codo a codo con los trabajadores de la CFE en aras del bien común.

La otra cara de la moneda fue la incomprensión de algunos sectores de la población que utilizaron estrategias de manifestación  radicales para lograr notoriedad en la opinión pública. La desesperación de estas personas por carecer de energía eléctrica durante varios días, las orilló a realizar bloqueos de las vías de comunicación y plantones frente a las presidencias municipales o a las oficinas de la CFE. En algunos lugares llegaron al extremo de agredir física y verbalmente a los trabajadores de la CFE. Faltó empatía, paciencia y racionalidad para comprender la gigantesca dimensión del desastre, y que las tareas para restablecer el servicio no eran nada sencillas.

Estas reacciones reprobables contrastan con las actitudes solidarias, de cooperación y de gratitud, demostradas por la mayoría de la población hacia estos esforzados trabajadores de la empresa eléctrica federal.

Vaya un sincero reconocimiento a los trabajadores de la CFE, estos héroes anónimos que dieron lo mejor de su esfuerzo, dedicación y talento. Que laboraron más allá de su jornada y de su salario, con verdadera vocación de servicio a la comunidad.

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