Memorias Únicas Sacadas del Baúl

“Se acabó el sueño”, solía ser el titular de prensa que anunciaba la eliminación de la selección mexicana, lo fue en cada mundial de fut desde hace 36 años.

Y es que a excepción del 82 (que no calificamos) y el 90 (sancionados por el escándalo de los cachirules), el tri nos acostumbró a por lo menos superar la fase de grupos.

Sin embargo, el proceso que terminó el miércoles pasado no hizo soñar a nadie, de modo que no se puede hablar de un sueño que termina.

Tampoco estoy de acuerdo con quienes comparan este desastre futbolero con el protagonizado por el tricolor en Argentina 78.

Recuerdo el presupuesto sugerido por los soñadores para aquella ocasión:

“A Túnez le ganamos sin duda, con Polonia podríamos empatar…

y con Alemania, bueno, ni modo, esa guerra está perdida; pero un empate y una victoria podrían darnos la calificación a la segunda fase.”

El único pronóstico acertado fue el del partido con Alemania.

Recién había aprendido en la primaria la ubicación de Túnez al norte de África, de modo que no tuve que preguntarme “¿donde queda Túnez?” antes de aquel primer partido.

Lo que sí me pregunté después del encuentro fue: “¿Dónde queda México después de perder con el rival (supuestamente) más débil de su grupo?”

El segundo partido fue una carnicería, Alemania no tuvo piedad y le metió a México seis, ¡seis goles!

Presenciar aquello por televisión fue para mí como escuchar la respuesta a mi pregunta:

—¿Dónde queda México?—, la pregunta.

—Aquí mérito—, dijo Alemania, mientras le pasaba por encima.

De aquel aciago día, se cuenta que Pilar Reyes (portero), quien recibió los primeros tres goles alemanes, salió lesionado al medio tiempo y fue sustituido por Pedro Soto.

El mismo Pilar cuenta que estando en la enfermería, escuchó en la tribuna el grito de gol en tres ocasiones, y rogaba al cielo que fueran mexicanos.

—Diosito, que hayamos empatado—, era la plegaria del maltratado guardameta.

Terminando el partido, vio pasar a su reemplazo por la puerta entre abierta.

—¿Pedro, qué pasó?—, preguntó Pilar con un grito lleno de esperanza.

—Empatamos Pilarico, empatamos—, respondió Soto.

—¡Qué bueno, empatamos a tres con Alemania!—, gritó Pilar con una sonrisa que al instante le borró su compañero.

—No Pilarico, me metieron tres a mí y tres a ti. Empatamos Pilarico—, concluyó el ocurrente cancerbero, dando muestra de cómo un mexicano es capaz de reírse hasta de su propia desventura.

Un tres a uno en contra de Polonia fue la despedida de lo que algunos llamaron “la selección de acero…

de a cero puntos en el mundial de fut”.

Pero tanto nos gusta el fútbol en México, que una vez eliminada nuestra selección, nos buscamos un favorito de reemplazo. Que si por la forma de juego, o “porque un familiar vive allá”, o por la razón que más te guste, terminamos apoyando a otro por el simple gusto de seguir emocionándonos con este juego que ha cautivado el corazón de muchos desde tiempos inmemoriales.

Aquel 78 fue el primer mundial que recuerdo haber medio seguido. Luego del trauma de ver a mi selección arrastrando la cobija junto con la dignidad, mi reemplazo como favorito fue la selección Argentina.

Podría decir que por aquella máxima “América para los americanos”, llevada al contexto de los mundiales de fútbol.

Podría decir que me causó simpatía por ser el país anfitrión, o simplemente que me gustaba el uniforme, cuyo esplendor sólo podía admirar en los posters o estampitas del mundial, pues veía los partidos en un modesto televisor en blanco y negro.

Pero la verdadera razón era Mario Alberto Kempes, quien fue el goleador y a la postre nombrado el mejor jugador de aquel mundial.

Me cuento entre los miles o millones que este héroe argentino pudo inspirar. Y es que sin duda, cuando se trata de encontrar inspiración, lo de menos es la nacionalidad.

Aquel mundial me dejó claro que en lo referente a nuestro fútbol…

“Técnicamente no hay nada de malo, pero como que algo no cuadra”.

Hoy puedo ver que el fútbol mexicano es como un muerto viviente, al que los dueños del negocio le siguen sacando jugo a pesar de sus repetidas pifias y corruptelas.

Hay que ver cómo en el corazón de muchos mexicanos, el gusto por el futbol sobrevive a pesar de que sus dueños se empeñan en destruirlo.

Es acaso porque este hermoso juego marcó la niñez, adolescencia y juventud de muchos de nosotros, que el gusto por el mismo es ya como ese personaje que nos regaló el gran Bruce Willis (John McClane)… Duro de matar.

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