Medicina heurística

Dr. Ignacio Espinosa Médico Internista Tels: 782 82 263 52 y 782 888 0056

De antaño, es frecuente caracterizar a ciertos médicos con “buen ojo clínico” por sus aciertos en el diagnóstico y la solución satisfactoria de problemas médicos, utilizando la experiencia personal en el ejercicio de su profesión con la principal herramienta médica: la comunicación médico paciente mediante el interrogatorio y la exploración clínica.

Con la moderna tecnología de punta, paradójicamente, el ejercicio de la medicina de hogaño, está plagada de provocar “problemas para cada solución”, el médico ha limitado la comunicación humana sustituyéndola por las computadoras.

El razonamiento médico que nos conduce a un diagnóstico clínico, es un proceso en el que existe un componente intuitivo, que depende de la experiencia y genera hipótesis empleando asociaciones de memoria automáticas, y un componente crítico analítico y reflexivo, con el cual se validan y se descartan hipótesis.

Rule of thumb” es una expresión inglesa que literalmente significa “regla del pulgar”; si bien es cierto que la mejor traducción al castellano sería “a ojo de buen cubero”. Esta expresión se utiliza para designar un principio o criterio que no es, necesariamente, ni preciso ni fiable. Parece ser que su origen se encuentra en la práctica de los antiguos carpinteros que empleaban su pulgar como regla para realizar mediciones.

Rule of thumb” se emplea en medicina para aquellas observaciones que son generalmente aceptadas y que se encuentra en el conocimiento basado en la experiencia, teorías personales, tradición, hábitos y presunciones.

Por lo anterior, no debemos abusar del ojo clínico, o del ojo del buen cubero, o la regla del pulgar, siempre hay que dudar para rectificar y de esa forma seguir el aprendizaje del buen quehacer médico.

A ojo de buen cubero” es una frase que se utiliza para hablar de la acción de medir algo de una forma imprecisa, sin la ayuda de ningún tipo de peso o medida . Según diversas fuentes, el origen de la expresión estaría relacionado con el antiguo oficio de cubero (persona que, de forma artesanal, fabricaba las cubas -una especie de bidones o tinajas- en las que se almacenaba el vino).

La cuba era, además de un recipiente, una medida de capacidad; y ya que no existía o no se utilizaba en el oficio del que hablamos ningún tipo de artilugio para la medición, la exactitud de la capacidad de la cuba dependía, por tanto, de la pericia del fabricante (en este caso el cubero).

De ahí que primero, en el ámbito rural y luego a nivel general, se comenzase a utilizar la expresión «​a ojo de buen cubero» cada vez que alguien se refería al hecho de medir algo valiéndose únicamente de la percepción y de la vista.

En este contexto encaja lo que hacen las mamás con los hijos enfermos, a ojo de buen cubero: medir la temperatura con el dorso de la mano, a la antigüita, ¡y para convencerlas de que no hay que confiar a ciegas en la mano que mece la cuna!

Esta regla entraría, pues, dentro del grupo conocido como “estrategias heurísticas”, que son atajos cognitivos o procesos mentales que ayudan a los médicos clínicos a combinar, integrar e interpretar datos clínicos para resolver problemas, sin recurrir a un algoritmo diagnóstico y a no depender de la alta tecnología, muchas veces inaccesible para muchos enfermos. Son procedimientos de fácil aprendizaje, encaminados a tomar una decisión diagnóstico-terapéutica. El término heurístico procede del griego y significa “hallar, inventar”, una etimología que comparte con “eureka”, y que fue acuñado en 1974 por los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman.

Las estrategias heurísticas son tremendamente útiles, permiten ahorrar tiempo y mejorar la capacidad diagnóstica, cuanto mayor es la experiencia clínica más se emplean, si se siguen de forma muy estricta incrementan el riesgo de error.

Entre las leyes heurísticas tendríamos la navaja de Occam, que aconseja elegir la hipótesis más sencilla, y la de Ley de Sutton, que nos induce a explicar la sintomatología de un paciente recurriendo a los diagnósticos más sencillos, descartando aquellos que son más raros.

Esta ley lleva el nombre de un famoso ladrón de bancos que explicó que robaba bancos porque “ahí es donde está el dinero”. Otras leyes heurísticas que utilizamos habitualmente son: las enfermedades frecuentes ocurren más frecuentemente; si oyes cascos piensa en caballos, no en cebras; y es más probable encontrarnos con una enfermedad frecuente con manifestación atípica, que una enfermedad rara con síntomas típicos.

Para terminar, recordamos un dictum que repetía William Osler (1849-1919) a sus alumnos: “Los tres pasos que rigen el cuidado del paciente son: diagnosticar, diagnosticar, diagnosticar”.

Y para muestra: un paciente mexicano, trasterrado en USA padecía urticaria crónica intermitente, durante un año gastó en dólares, el equivalente a unos 200 mil pesos o más, buscando la causa con estudios de sangre ultrasonido y tomografías: afecciones médicas, como la enfermedad tiroidea, algunas infecciones, la alergia o algún cáncer o a polvos o alimentos, lupus eritematoso sistémico, le prohibieron ingerir diversos alimentos, le repasaron todos los medicamentos para alergias como los derivados de la cortisona, montelukast, loratadina, desloratadina, avapena (cloropiramina) sin resultado alguno. Pensaba en lo peor. Más ansiedad, más urticaria.

Se me ocurrió a ojo de buen cubero, pensar en el estrés como causa de su urticaria. Sucedió en esa época en que a los residentes temporales eufemismo de braceros, corrían el riesgo de que si venian de visita a México, ya no podían regresar y a esta persona le sucedió que vino a México, no logró regresar por la aduana y se tuvo que fletar una odisea, no del espacio, sino terrenal, de contratar a un pollero para atravesar el desierto y el río Bravo. Imagínense el estrés, su esposo e hijos estaban en USA.

Le expliqué como el estrés provoca reacciones alérgicas nerviosas en la piel y otros órganos, lo entendió y con el apoyo de un tranquilizante suave y barato me informó, ya estando en USA ,que su urticaria, finalmente se había controlado, cuando menos ya no le preocupaba tanto.

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