Navidad entre el lodo

Navidad entre el lodo

Este año, la Navidad llegará a Poza Rica sin luces, sin villancicos, sin esa calidez que normalmente envuelve estas fechas; llega entre lodo, escombros y el silencio de cientos de familias que todavía no saben cómo volver a empezar.

Porque ¿cómo se celebra cuando tu casa quedó vacía? ¿Cómo se enciende un árbol cuando ni siquiera tienes electricidad? ¿Cómo se canta Noche de Paz cuando lo que viviste fue una noche de angustia?

La inundación no solo arrastró muebles, paredes y recuerdos: arrastró también la ilusión de diciembre; ese pequeño respiro emocional que cada año ayuda a cerrar heridas, pero para muchos, este diciembre no trajo respiro… trajo más dolor.

En la Morelos, en Las Granjas, en la 27, en tantas colonias que hoy saben a lodo y humedad, la Navidad no huele a pino: huele a ropa mojada, a pisos recién lavados, a paredes todavía marcadas a un metro de altura. Y mientras en otras casas del país se acomodan esferas, aquí hay familias que apenas están recuperando una colchoneta o un par de zapatos secos.

Las calles que solían iluminarse con series navideñas hoy están iluminadas por lámparas de voluntarios, las sonrisas de los niños fueron reemplazadas por miradas de incertidumbre, y los tradicionales intercambios se convirtieron en donaciones, en kits de limpieza, en despensas, en manos extendidas.

La Navidad, esa época que siempre se pinta de esperanza, hoy se siente diferente; no está perdida, pero sí está herida. Porque detrás de cada casa inundada hay una familia haciendo cuentas: cuánto se perdió, cuánto se rescata, cuánto duele.

Detrás de cada comedor sin cena navideña hay una historia interrumpida, el vestido nuevo que nunca llegó, el pavo que no alcanzó, la mesa que ya no existe; detrás de cada niño que pregunta “¿y ahora cómo le hacemos?” hay padres tratando de ser fuertes, aunque por dentro también estén rotos.

Y aún así, entre todo este panorama desolado, nació algo enorme: la solidaridad. Esa que no pregunta por fechas.

Esa que no necesita posada para encenderse.

Esa que ha sostenido a Poza Rica durante semanas.

Voluntarios entregando comida caliente cuando la tristeza era más fría que el clima; jóvenes caminando entre el lodo para llevar agua y pañales, personas abriendo sus puertas para que otros durmieran secos, organizaciones levantando, una vez más, lo que la naturaleza derribó. Tal vez esta Navidad no tendrá brillo, tal vez no habrá regalos ni mesas llenas; tal vez no habrá fiesta, pero habrá algo que pesa más que cualquier adorno: la certeza de que Poza Rica no se dejó sola.

Y aunque este diciembre llegó herido, también nos recordó algo que vale más que cualquier compra: que lo verdaderamente importante es la vida, la unión y la capacidad de volver a empezar. Quizá este año no celebremos como siempre…

Pero sí podremos agradecer que seguimos aquí, juntos, reconstruyendo. Porque incluso en la Navidad más desolada, la esperanza sigue encontrando dónde encenderse.

Nos leemos el próximo lunes.
@llamada de emergencia