VERACRUZ, VER.- Jonathan Salgado Gómez, quien tenía apenas 17 años, había comenzado a caminar por las calles de Geo Villas del Puerto después de la escuela cuando fue asaltado a mano armada alrededor de las 4 de la tarde.
En agosto de 2019, un desconocido se acercó a él y le robó lo único que llevaba: su teléfono y audífonos. A diferencia de lo que se reportó, Jonathan no intentó resistirse; al ver el arma, se paralizó y no soltó su teléfono, lo que llevó al asaltante a darle un golpe en la cabeza. En ese año, se registraron 249 investigaciones por robo a transeúntes con violencia, y hasta septiembre de 2024, se documentaron 61 casos similares.
El INEGI advierte sobre un subregistro conocido como cifra negra, que incluye delitos no denunciados. En 2019, esta cifra a nivel nacional fue del 92.4 por ciento.
Cinco años después del asalto que no denunció, Jonathan recuerda haber recibido tres diagnósticos: que iba a morir, que no sentiría ni movería nada de la cintura para abajo, y que podría sentir, pero quedaría en silla de ruedas. Al ser disparado en el pecho, sintió una “desconexión” al caer. Los médicos le explicaron que el sangrado interno y la bala perforaron un pulmón y dañaron las vértebras T5 y T6.
El motociclista huyó y Jonathan comenzó a gritar pidiendo ayuda. Un jardinero de confianza llegó y contactó a su madre.
Jonathan señala que Geo Villas del Puerto, un fraccionamiento en Veracruz, es un área donde ocurren robos, lo que ha llevado a los vecinos a instalar cámaras de seguridad y solicitar patrullajes.
Permaneció consciente hasta poco antes de llegar al hospital, cuando “el sueño lo venció”. Lo que pasó después lo sabe por su familia, ya que estuvo “dormido” dos días. Al despertar, se encontró en una habitación sin ventanas y sin poder ver a su familia, por lo que le pidió a Dios ser trasladado a un lugar donde pudiera saber si era de día o de noche.
Proveniente de una familia cristiana, Jonathan atribuye su resiliencia a su fe. “No le guardo rencor al asaltante ni lo tomo como algo personal; siento que esto tiene un propósito enorme. No estoy justificando los asaltos, pero hay que buscar un sentido en las situaciones”, comenta.
Después de ser operado, Jonathan fue trasladado a la Ciudad de México para una intervención en la columna, donde también le extrajeron la bala que aún tenía en el pulmón. “La guardaron en un botecito y yo la usaba como sonaja para llamar a mi mamá”, recuerda entre risas.
Jonathan estuvo un mes hospitalizado y, a la semana de regresar a Veracruz, comenzó su rehabilitación para recuperar movilidad. En un mes, ya estaba recibiendo clases en casa de algunos maestros que lo ayudaron a completar el semestre. “Tuvimos que hacer un baño en la planta baja para que pudiera bañarme sin dificultades”, explica. Luego empezó a ir al Criver, donde recibió fisioterapia y logró caminar un año y medio después. Empezó con una andadera y continuó su terapia en casa, avanzando hasta usar muletas y luego bastones canadienses. “Ahora uso un bastón en la escuela. Espero que algún día pueda caminar sin apoyo”, dice.