A 53 años del movimiento estudiantil del 68
Enrique Fernández Ramírez
El 2 de octubre se cumplen 53 años de aquella histórica gesta, protagonizada por los estudiantes, quienes se enfrentaron al autoritarismo del poder político establecido, impulsados por sus convicciones de justicia, libertad y respeto a los derechos humanos. Como era de esperarse, el gobierno respondió con la intervención de las fuerzas armadas, policiacas y militares, para reprimir el germen de rebeldía que se gestaba en ese movimiento de los estudiantes. Fueron innumerables los muertos, los desaparecidos y los heridos. El país se tiñó de sangre nueva, de jóvenes cuyo único delito era exigir el status de una ciudadanía libre y con garantías en sus derechos.
Cada año hay marchas conmemorativas multitudinarias, a veces con incidentes violentos y vandálicos. Se escuchan consignas de que “Dos de octubre no se olvida”. Sin embargo, muchos de los participantes, ignoran qué es lo que no se olvida, lo cual demuestra que se ha olvidado. Solo se tiene la referencia de que ese día mataron a mucha gente.
La actual generación de jóvenes estudiantes desconoce, en su mayoría, qué fue y como se desarrolló el Movimiento Estudiantil de 1968. Poco se habla de ello en las escuelas y universidades locales, a pesar de la importancia cívica, política y ciudadana que implicó esa lucha estudiantil. La fecha casi pasa desapercibida. Es necesario que se realicen mesas de análisis, foros de estudiantes, murales conmemorativos, para refrendar ese espíritu de cambio y de pensamiento crítico inherentes a la identidad estudiantil.
Por ello, en una síntesis histórica, conviene recordar lo que ocurrió en aquellos días, con la información Luis González de Alba, uno de los líderes del Movimiento Estudiantil del 68.
Todo comenzó a fines de julio de 1968, cuando alumnos de una preparatoria incorporada a la UNAM, la Isaac Ochoterena y de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional, jugaban futbol en la plaza de la Ciudadela, y se liaron a golpes como resultado de un conflicto ocasionado por el juego. Llegaron los granaderos y en lugar de poner orden arremetieron a golpes contra los muchachos. Los alumnos del Politécnico corrieron hacia su escuela perseguidos por los granaderos hasta el interior. Dentro de la escuela golpearon indiscriminadamente a alumnos, maestros y maestras,
El Politécnico organizó una manifestación de protesta para el 26 de julio. Exigían castigo a los jefes responsables de ordenar el ingreso de los granaderos a la escuela e indemnización a los golpeados. Por su parte la universidad organizó una manifestación para esa misma fecha en la que se celebra el aniversario de la revolución cubana. Las dos manifestaciones confluyeron en la avenida Juárez, allí fueron apaleadas por la policía para dispersarlas.
Después hubo enfrentamientos entre la policía y los estudiantes por varios días. Los alumnos de la preparatoria Uno de la UNAM, que funcionaba entonces en El Colegio de San Ildefonso, cerraron su escuela y se declararon en huelga. Exigían indemnización a los golpeados, castigo a los responsables y liberación de los detenidos. El 29 de julio el ejército rodeó la preparatoria Uno, y por la noche derribó con un disparo de bazuka la puerta centenaria labrada en el siglo XVIII.
A la mañana siguiente, el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, convocó a todas las escuelas y facultades de Ciudad Universitaria a un mitin en la explanada de Rectoría. Ahí, el rector izó la bandera a media asta en muestra de duelo de la universidad por el acto cometido por el ejército. Destaca en el discurso del rector como único orador una frase inolvidable: “La Universidad no merecía esto”. Y encabezó la primera manifestación de protesta, la cual fue considerada por el presidente de la República como un reto y una ofensa inadmisible.
Toda la UNAM y el Politécnico se declararon en huelga. El gobierno no respondió a sus peticiones; respondió sólo con agresiones verbales contra el rector Barros Sierra.
Se integró el Consejo Nacional de Huelga, CNH, con dos alumnos de cada escuela en huelga. Este consejo redactó un pliego petitorio con seis demandas: 1) Libertad a los presos políticos, entre ellos Demetrio Vallejo y Valentín Campa. 2) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal, que definían el delito de disolución social. 3) Desaparición del cuerpo de granaderos. 4) Destitución de los jefes policiacos responsables de las diversas agresiones. 5) indemnización a los familiares de los muertos y heridos. Y 6) Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios implicados. La condición para tratar estas demandas con el gobierno era un diálogo público. El cual nunca se dio.
El movimiento escaló y se propagó a casi todas las universidades públicas del país. El conflicto se acentuó con la ocupación de la UNAM y del Politécnico por parte del ejército durante septiembre. Fue hasta el final del mes que el ejército entregó Ciudad Universitaria al rector. Esa tarde se reunieron en la Facultad de Ciencias algunos líderes. Acordaron una reunión más amplia en el mismo lugar el 1 de octubre, en esta reunión las autoridades universitarias informaron que el Presidente de la República había nombrado dos representantes para comenzar el diálogo que resolvería el conflicto. El CNH nombró tres representantes, pero no irían a negociar el pliego sino a establecer las condiciones en que se iba celebrar el diálogo público.
Ambas partes se reunieron en casa del rector la mañana del 2 de octubre, no se llegó a nada, y acordaron una nueva reunión para el día siguiente en la Casa del Lago.
La tarde del 2 de octubre, el mitin de Tlatelolco fue masacrado por francotiradores de cuerpos especializados del Ejército (Batallón Olimpia y Guardias Presidenciales, vestidos de civil) y detenidos varios dirigentes del movimiento estudiantil.
Esto fue, a grandes rasgos, lo que sucedió en aquellos días. Entre las aportaciones del movimiento estudiantil se puede rescatar el tema de la lucha contra el poder, contra el poder familiar, contra el poder escolar, contra el poder estatal, contra todos los poderes que lesionan y oprimen a la población. Los estudiantes representaron, sin hacerlo explícito, a los sectores del pueblo olvidado, dominado y oprimido, en su lucha contra el Estado opresor, alienante y autoritario que tenía el país durante los sesenta.
Las libertades y derechos de los que hoy gozamos no podrían explicarse si no nos remitimos a ese movimiento que fue la antesala de una transición del sistema autoritario a otro más democrático. Esa protesta juvenil convertida en una movilización cívica convirtió a la capital en el lugar de la primera transición pacífica de nuestra historia.
Los jóvenes estudiantes del 68 dieron una gran lección de lucha, de conciencia crítica y de acción solidaria, y cimbraron en sus cimientos al anquilosado y autoritario Estado mexicano de ese entonces. Dos de octubre no se olvida.