La situación de emergencia se sigue viviendo en la ciudad y en toda la región. Entre el cansancio, la lluvia, el lodo y la rutina de la ayuda, llega nuevamente el momento de escribir esta columna. Cada semana pienso: ¿de qué hablaré esta vez? Pero conforme avanzo en las líneas, todas las ideas terminan cayendo en el mismo punto: esta emergencia que aún no termina.
A quienes siguen esta columna desde hace cinco años, saben que pertenezco a instituciones de emergencia. Una de ellas ha estado al frente con un sinfín de apoyos: kits de víveres, limpieza, alimento para mascotas, colchones… y aun así, no alcanzamos a todos. Me sorprende ver cómo, en medio del cansancio, también surgen las críticas:
“¿Cuándo vienen a tal colonia?”
“Hay gente que no merece lo que les dan.”
“Su institución solo ayuda al gobierno.”
Me cuesta entender cómo alguien puede afirmar eso mientras observa —a veces desde una pantalla— cómo voluntarios sin descanso cargan, clasifican y entregan sin mirar a quién llega la ayuda. He visto de cerca la intención genuina de cientos de personas que han dejado a su familia, su trabajo, su descanso y hasta su salud, solo por seguir ayudando.
Y sí, confieso que a veces me da rabia leer comentarios que denostan el esfuerzo de quienes lo han dado todo en estos días tan duros. No solo hacia la institución a la que pertenezco, sino hacia toda persona que, sin reflectores, ha puesto manos, hombros y corazón en esta causa.
Durante la semana también leí declaraciones oficiales que hablaban de un “67% de avance” en la recuperación. Y aunque no pretendo politizar, sí puedo opinar desde la experiencia: ¿de verdad un 67%? En tiempos donde todo se ve, se graba y se comparte, ese tipo de declaraciones se vuelven fácilmente objeto de burla. Basta recorrer una colonia, cruzar un puente o entrar a una casa anegada para entender que la realidad no coincide con los porcentajes. No se trata de cifras, sino de rostros, de historias y de heridas que aún no cierran.
Aun así, es justo reconocer el trabajo de quienes no han bajado los brazos: Ejército, Marina, asociaciones, instituciones civiles, empresas y ciudadanos que siguen al pie del cañón, buscando restaurar y reconstruir lo que un día fuimos.
Porque sí, la emergencia sigue. Pero también sigue la voluntad, la empatía y la esperanza.
Y de esta como tantas otras veces nos vamos a levantar.
Nos leemos el próximo lunes
@llamada de emergencia






