Familias lo perdieron todo, miran al cielo y no saben cómo van a reconstruir sus vidas.
Por KATTIA VERA
“El río se llevó todo, solo me dejó el baño; mi hijo y yo nos quedamos sin nada”, relató la señora Julia con la voz entrecortada, mientras mira el espacio vacío donde alguna vez estuvo su casa.
Así como ella, son cientos de testimonios que rompen el alma al ver perdido su hogar en la colonia Las Granjas Parte Alta, donde el 10 de octubre el agua arrasó viviendas y hoy, a casi un mes, las calles siguen cubiertas de desechos y el dolor se mezcla con la resignación de las familias.
Su patrimonio lo construyeron a un costado del muro de contención, pero ni construir con material fue suficiente contra la furia del río Cazones. Aquí la tragedia aún se respira y los pobladores lamentan que muchos funcionarios solo van a tomarse selfies.
De las 146 viviendas en esa zona, solo 35 quedaron de pie tras el paso de la inundación. Las cifras duelen, pero más duele la indiferencia ante un panorama desolador: familias viviendo bajo techos de lámina, niños durmiendo entre restos de muebles y calles convertidas en caminos de lodo seco.
Sin acceso constante a agua, luz ni servicios básicos, los habitantes se sostienen únicamente gracias a la solidaridad de voluntarios que llegan con despensas, ropa o alimentos. “La ayuda viene de gente de fuera, no del gobierno”, repiten los afectados, cansados de promesas.














