«Mictlancihuatl»

Mictlantecuhtli y a la tenebrosa Mictlancihuatl, «el señor y la señora del inframundo», habitantes del noveno o el más profundo de los lugares subterráneos.

La gran Madre-Tierra se manifiesta en forma de doble fuerza: creadora por un lado y destructiva por otro. La fuerza que engendra, está permanentemente creando, dando vida y generando. La fuerza destructiva o desintegradora busca en todo momento, destruir para dar origen de nuevo a la vida. De esta manera se iniciaba el eterno ciclo de la vida y la muerte.

Ninguna otra deidad como la Madre-Tierra pudo tener el poder absoluto de la vida, la realidad última. Todo lo que sale de su seno está dotado de vida y todo lo que regresa a la tierra es provisto nuevamente de vida.

«El destino de la tierra es engendrar sin cesar, dar forma y vida a todo lo que regresa a ella inerte y estéril […] la tierra se encuentra al final y al comienzo de toda vida».

La similitud de la mujer con la greda la hace participar de esta grandiosidad. Las mujeres como la tierra «toman la intrincada vida humana, la vuelven a su origen y la hacen surgir de nuevo».

La gran Madre-Tierra se manifiesta en forma de doble fuerza: creadora por un lado y destructiva por otro. La fuerza que engendra, como ya hemos visto, está permanentemente creando, dando vida y generando.

La fuerza destructiva o desintegradora busca en todo momento, destruir para dar origen de nuevo a la vida. De esta manera se iniciaba el eterno ciclo de la vida y la muerte.