Hoy, cuando escribo esta columna, he notado que cuando esto salga serán exactamente 31 días desde aquella fecha fatídica y sin precedentes para la ciudad; hoy deberíamos estar analizando un sinfín de situaciones.
Creo que es momento de preguntarnos en qué etapa estamos y, sin temor a equivocarme, aún seguimos en recuperación, aunque me gustaría decir que ya deberíamos estar en reconstrucción. Esta realidad duele, porque demuestra que lo que ocurrió fue de una magnitud verdaderamente grave.
Si bien en las calles se nota avance y menos lodo, el polvo sigue siendo una constante; este evento nos ha dejado capítulos buenos y malos. Muchos han tratado de acelerar el proceso de normalizar los días, pero no debemos olvidar que también hay que cambiar nuestros conceptos de prevención.
¿Qué pasará en las próximas lluvias? ¿Cómo reaccionaremos? Hay personas que no solo perdieron lo material, también perdieron a seres queridos; por ello, su proceso de recuperación debería incluir acompañamiento profesional para poder transitar las etapas ante la pérdida.
Aún hay colonias que comentan que la ayuda no ha llegado, pese a los esfuerzos de asociaciones civiles que han intentado cubrir todos los sectores. Y sí, a estos 31 días comienza a sentirse la tensión social: peleas, plantones, desesperación por las mil y un cosas que ha provocado este desastre.
Si las autoridades correspondientes (a quien le caiga el saco) comprendieran que esto también es un fenómeno socio-organizativo, entenderían que los cargos relacionados con la gestión de emergencias no deben ser políticos, sino ocupados por personas con perfil técnico, operativo y humano.
Hoy, a 31 días, la lección es clara: nos falta mucho por mejorar. No solo en infraestructura o logística, sino en conciencia, en preparación y en compromiso real con nuestra comunidad.
Nos leemos el próximo lunes.
@llamada de emergencia





