Independientemente de si la próxima semana se revierte o no el resultado de la elección municipal en Poza Rica, lo que ya quedó claro —y ante los ojos de todos— es la profunda fractura interna que vive Morena en este municipio estratégico del norte veracruzano.
El partido guinda, que alguna vez representó esperanza para muchos sectores olvidados, hoy enfrenta una crisis de identidad y de lealtades. Y esa crisis no la provocó la oposición, ni el INE, ni el pueblo. Fue interna, provocada desde las entrañas del partido por quienes mordieron la mano que les dio de comer.
Los primeros en la lista negra, según voces internas, son los integrantes del grupo político del actual diputado federal Javier Velázquez Vallejo, un personaje que, salvo por su cercanía con la cúpula en los primeros años de la “4T”, no deja ningún legado político relevante en San Lázaro ni en Poza Rica. Su paso por la administración pública y el Congreso ha sido, por decirlo suavemente, gris. Pero lo que sí logró fue armar un grupo de “chairos malagradecidos”, que lejos de consolidar el proyecto de transformación en la ciudad, lo convirtieron en un campo minado de traiciones y ambiciones personales.
Hoy, muchos de esos personajes que fueron cobijados por Morena cuando no eran nadie políticamente hablando, saltaron a otros partidos, promovieron el voto en contra y le dieron la espalda al partido que los encumbró. Casos como el de María del Carmen Carballo Vicencio, entre otros nombres conocidos, son ejemplo de esa deslealtad que hoy tiene a Morena en terapia intensiva en Poza Rica.
Y si después del recuento “voto por voto” el resultado da un giro y Movimiento Ciudadano pierde la alcaldía, no será una victoria moral para Morena, sino una llamada de atención urgente: la estructura está podrida y necesita una limpia profunda, sin contemplaciones ni cuotas.
Porque si algo quedó evidenciado, es que la verdadera militancia está harta de los oportunistas disfrazados de morenistas.
Morena debe sacudirse de una vez por todas a quienes no tienen convicción ni ideología, y que solo usan las siglas del partido como vehículo para sus intereses personales. La lista de traidores es larga, y la purga, necesaria.
De lo contrario, la historia se repetirá elección tras elección.
Porque, al final del día, un partido que no conoce la lealtad, tampoco conoce la victoria duradera.