La mancha negra llega a ríos y arroyos de la región norte; reclamo de habitantes, sin eco.
La región se ha convertido en el epicentro de un ecocidio silencioso y persistente ante la ola de derrames de hidrocarburos provocados por la infraestructura obsoleta y la palpable indolencia de Petróleos Mexicanos (PEMEX).
Comunidades enteras de Papantla, Coatzintla e incluso de la zona urbana de Poza Rica, viven en medio de manchas de aceite, lo que no es solo un problema técnico, sino una crisis ambiental, social y de salud pública que clama por una intervención urgente y definitiva.
La causa de este crimen ambiental es obvia, no existe mantenimiento a la red de ductos e instalaciones de PEMEX, errores que terminan por pagar los habitantes de comunidades como Arroyo Florido y Miguel Hidalgo, en Coatzintla, o quienes viven en Ojital Viejo, en Papantla, quienes son afectados directos de la negligencia corporativa.
La propia población ha denunciado que las tuberías son viejas y obsoletas, por eso cada que truena un ducto es una tragedia evidente al ecosistema y la salud de personas, plantas y animales.
Sin embargo, PEMEX permanece quieto, inmóvil ante fierros viejos y corroídos, como su irresponsabilidad.
Tan solo en Arroyo Florido el derrame lleva más de dos años sin solución efectiva, denunciaron autoridades ejidales, quienes incluso la semana pasada junto a otros pobladores recurrieron a bloqueos carreteros para ser escuchados.
El impacto ecológico es grave, afecta agua y tierras, afectando la flora y fauna de la región, ya que el crudo se expande por arroyos y ríos, como el Cazones, e incluso el Tecolutla.
Varias familias han reportado la muerte de perros, tortugas y peces, vidas sofocadas por el espeso escurrimiento de aceite.
El hidrocarburo ha invadido sembradíos, se filtra a los pozos de agua que abastecen a las familias, como ocurre en Arroyo Florido, con lo que se expone directamente a 390 personas y otros miles en toda la región que atraviesan el mismo problema.
PEMEX debe cumplir con la renovación total de sus líneas de conducción obsoletas, sin embargo, mantiene pantanos de chapopote, que sumergen a la población a un riesgo de salud grave, una condena que la población no está dispuesta a pagar.