Pirámides truncas no “cargan” de energía, según arqueólogos.
Luis Navarro Arteaga
Cada año las zonas arqueológicas del país reciben a miles de turistas que acuden a estos sitios a “cargarse de energía”.
Para investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia las multitudes representan un riesgo para las estructuras milenarias, pues los visitantes provocan daños y contaminación a nuestro patrimonio, además de que estos rituales están muy alejados del pensamiento místico de los prehispánicos.
La arqueóloga Rosalba Delgadillo Torres, en su texto El equinoccio de primavera, mitos y realidades, rechaza que los edificios precolombinos sean receptores de energía, ya que según las propias creencias esotéricas para que esto suceda las pirámides deben terminar en punta, y nuestros edificios son pirámides truncas; además el individuo receptor tendría que estar en el interior de la estructura y esto no es posible.
Además, dice el también arqueólogo Hugo Juárez Tablero, el equinoccio de primavera no tiene una fecha fija, y los prehispánicos lo sabían, sin embargo, para los esotéricos este fenómeno siempre ocurre el 21 de marzo. Pero este 2024 el cambio de estación ocurrió el 19, lo que indica que esta actividad está llena de imprecisiones.
Pero esta costumbre que proviene de los años 70, con la adopción de una creencia denominada New Age -en ello coinciden Delgadillo y Juárez- que considera los sitios arqueológicos como centros energéticos, está tan arraigada que representan ingresos para prestadores de servicios turísticos, médicos tradicionales, vendedores ambulantes y charlatanes.
De hecho, el INAH ha dado a conocer este año, entre el 20 y el 21 de marzo “las distintas zonas arqueológicas ubicadas en el territorio nacional registraron la visita de 68,055 personas, con motivo de la entrada de la primavera, no obstante que el cambio de estación sucedió el 19 de marzo, a las 21:04, hora del centro de México”.
El INAH menciona que “las zonas arqueológicas con más afluencia han sido Chichén Itzá, en Yucatán, y Teotihuacan, en el Estado de México, con 14,727 y 9,587 asistentes, respectivamente.
En Las Labradas, Sinaloa, confluyeron 3,428; en Tulum, Quintana Roo, y en Calixtlahuaca, Estado de México, se registró el arribo de 2,947 y 2,904 personas, respectivamente; a Monte Albán, en Oaxaca, acudieron 2,240 turistas y en El Tajín, Veracruz, la cifra ascendió a 2,145 visitantes.
Otros sitios prehispánicos que resaltaron entre las preferencias de las y los observadores del equinoccio fueron Cholula, en Puebla, Uxmal, en Yucatán, y Palenque, en Chiapas, con 1,843, 1,676 y 1,481 asistentes, respectivamente.
Para Juárez Tablero el fenómeno de “cargarse de energía” no es nocivo, en sí mismo, aunque siempre existe el riesgo se dañe el patrimonio nacional, porque es difícil controlar a miles de personas. Sin embargo, considera que quienes acuden a las zonas arqueológicas lo hacen con conocimientos muy básicos -o nulos- sobre los rituales prehispánicos y verdaderamente creen que esta es una costumbre ancestral.
Llegan por millones y moverse por los sitios arqueológicos de alguna u otra manera afecta las estructuras de los edificios, considera, cada vez que entran las multitudes en desorden siempre pondrán en riesgo los logros alcanzados en más de cien años de arqueología mexicana. Dañar el patrimonio arqueológico representa un delito federal que se persigue de oficio.
Rosalba Delgadillo Torres, en el texto referido, aclara que no censura las creencias de las personas, porque creer en la “carga de energía” es una decisión personal, pero considera pertinente recalcar que estas prácticas nada tienen que ver con las funciones que tenían los edificios de las culturas mesoamericanas, por lo que no es correcto que bajo el argumento de que se trata de “nuestras tradiciones” se malinforme a las personas sobre la historia de nuestros antepasados, porque detrás de esta costumbre está una intención mercantilista.
En ese sentido, Juárez Tablero afirma que no es malo que la gente se acerque a su historia, ni que reinvente la cultura ancestral, pero si las personas consideran a los sitios prehispánicos como fuentes de energía, pueden obtenerla sin necesidad de subirse a las estructuras, contaminar el sitio con desechos sólidos y poner en riesgo décadas de trabajo para rescatar nuestra herencia nacional.
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