La violencia en México también golpea al campus

Puebla ya no es la misma. El feminicidio de Mara Castilla, que fue violada y estrangulada tras pedir un servicio de Cabify el pasado 8 de septiembre, ha estremecido a una comunidad que se consagró por años como una ciudad estudiantil y que en las últimas semanas ha dado el salto a las portadas de la prensa nacional e internacional por la violencia y la inseguridad contra sus estudiantes y académicos. Ante la ola de criminalidad, los jóvenes de Puebla aún buscan las respuestas para entender lo que está pasando, para hacer algo antes de que sea demasiado tarde, para defender su libertad, para vivir. “Antes no lo pensabas demasiado, tomabas, te vestías como querías y hacías lo que querías, hoy piensas que haría tu familia si mañana no amaneces”, confiesa Simone, una universitaria de 19 años.

“El día después de que Mara murió me regalaron un gas pimienta”, cuenta Sofía, de 19 años. “¿Salimos hoy?”, se preguntaban Liliana y Katia, de 22, en la mesa de al lado. “No dejas de pensar que te pudo haber pasado a ti”, confiesa Delcy, de 24, antes de prender el próximo cigarrillo. “Te sientes más vulnerable como mujer, es triste pero es la realidad de esta ciudad y de este país”, asegura Elizabeth, de 21. No es una manifestación, es una noche de fiesta. Las luces bailan entre el humo del tabaco, el reggaeton retumba en todos los rincones y ríos de estudiantes inundan los bares y los antros de moda. Hay perreo, hay ligue, hay desmadre. Son las once de la noche en San Andrés Cholula, un paraíso de la fiesta universitaria en la zona metropolitana de Puebla.

La fiesta no ha parado, pero entre los terremotos del 7 y el 19 de septiembre y el miedo a la inseguridad, la clientela se ha venido abajo. “Las propinas han caído un 50% en las últimas dos semanas”, asevera Conny Santín, una camarera. “El control del Gobierno a los bares ha sido mucho más estricto, pero ellos son los responsables y los que tienen que tomar cartas en el asunto”, reclama Santiago Gabián, un empresario español que abrió un bar en Cholula hace dos años.

En la última década, tras el estallido de la guerra contra el narcotráfico, jóvenes de los Estados más afectados por la violencia llegaban por montones para buscar oportunidades en las aulas y para recuperar las libertades perdidas fuera de ellas. Ahora, Cholula y Puebla viven su propia crisis. El Estado con más universidades en el país ha sufrido un repunte de más del 50% en robos violentos, de más del 35% de los homicidios dolosos y del 7% en violaciones entre enero y agosto de este año, según datos oficiales. Se denuncian 145 delitos al día y el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuria calcula que la cifra negra de los ilícitos alcanza el 93%.

Los poblanos no solo han percibido un aumento cuantitativo, sino también en el modus operandi de la delincuencia. La comunidad universitaria que, en gran medida y en palabras de sus miembros, se asumía dentro de una burbuja, lejos de los problemas sociales del Estado y del país, ahora sufre el embate de la criminalidad. Minerva Hernández, una estudiante de 26 años de la Universidad Iberoamericana, fue apuñalada el pasado 21 de marzo al negarse a ser novia de su feminicida. El rector de la Universidad Angelópolis, Roberto Corvera, fue acribillado el pasado 5 de agosto en su oficina. Mariana Fuentes, una alumna de 20 años de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), murió de un balazo en la cabeza la semana pasada cuando intentaban quitarle su teléfono móvil.

“Nunca se había vivido algo así en Puebla y mi lectura es que el exgobernador Rafael Moreno Valle, que aspira a ser presidente de la República, no quiso que se ventilaran los resultados de sus políticas de Seguridad Pública porque han sido un fracaso”, sentencia Alejandro Guillén, profesor de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). “Se ha destapado una cloaca”, agrega el académico, que en los últimos meses dejó sus antiguas líneas de investigación sobre el sistema político mexicano para estudiar el fenómeno de la inseguridad.

El feminicidio de Mara fue la gota que derramó el vaso”, afirma Fernando Fernández, rector de la Universidad Iberoamericana de Puebla y uno de los principales críticos del exgobernador Moreno Valle. “Hay una estructura de Gobierno que está cada vez más destruida y la población ya no está dispuesta a seguir tolerando promesas vacías y estériles de los gobernantes”.

 

EL PAIS

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