El 6 de octubre de 1958 es una de las páginas en la historia de Poza Rica que no se puede borrar, un episodio lamentable por la matanza de varias personas que protestaban por un fraude electoral frente a las oficinas sindicales de la Sección No. 30.
Leonardo Zaleta dedicó gran parte de su vida como cronista municipal a recopilar información de este hecho; incluso en una de las entrevistas que concedió hace algunos años al periódico La Opinión reveló que dirigentes oficiales recogieron los cadáveres, algunos los incineraron en las calderas de la refinería y otros fueron enterrados clandestinamente en Agua Fría (hoy Venustiano Carranza), Puebla, donde las autoridades de ese lugar de la sierra poblana colocaron un letrero con la leyenda: “Se prohíbe enterrar muertos que no vivan aquí”.
En ese momento, Zaleta Juárez compartió que el gobierno tenía como una de sus consignas fundamentales que los líderes se encargaran de manipular y controlar a los obreros, solo que en el grupo de petroleros hubo una división: “unos eran los que defendían el sindicalismo y los nuevos líderes que estaban a favor de lo que pactara el gobierno”.
Esa pugna sacó a relucir muchas obras inconclusas, por lo que al elegir la candidatura a la Presidencia Municipal, el partido oficial abanderó a un hombre de la Sección No. 30, mientras que los disidentes del Sindicato y otras organizaciones populares formaron el Partido Demócrata Pozarricense.
Leonardo Zaleta fue claro en su legado y sus crónicas. Basta recordar cuando explicó que los opositores apoyaron al doctor Fausto Dávila Solís, que —a decir del cronista— era altruista, considerado un ciudadano ejemplar, un profesional cumplido. “Sus mítines congregaban miles de simpatizantes”, comentó en una de sus últimas entrevistas al periódico La Opinión.