En los años posteriores a la caída de Tenochtitlan, la resistencia por parte de los mexica era una constante en la cotidianidad de la ahora Nueva España. Guerreros, comerciantes, sacerdotes y brujos se negaban a rendir tributo o respeto a los recién llegados europeos y las historias que se cuentan de los héroes de aquel entonces sobran en los libros de historia.

Además de los guerreros de los que te hemos contado y que seguiremos contándote, hubo uno con un don excepcional que nos parece casi una leyenda: Martín Ocelotl, cuya existencia se encuentra documentada en el libro “Martín Ocelotl: Clandestine Cultura Leader” de Jorge Klor. Este poderoso hechicero mexica hizo temblar a la Nueva España…
Hijo de una poderosa familia de la región de Chinantla, actualmente el estado de Puebla, su padre era un exitoso comerciante en la época de mayor poder de Tenochtitlan; su madre era una gran sacerdotisa, se creía que el destino de Ocelotl solo auguraba la grandeza, un heredero nato del poder que los dioses daban a los hombres y que el tiempo lograría perfeccionar más que con cualquiera.
Para cuándo los españoles llegaron a las costas del actual territorio mexicano, Ocelotl era uno de los adivinos que se presentaron ante Moctezuma para tratar de explicar los acontecimientos que tenían lugar y que dieron paso a la llegada de los invasores.
Ya desde aquel momento, Ocelotl marcó el inicio de su historia, pues Moctezuma lo sentenció a muerte en su cólera por la explicación que los adivinos le hicieron sobre la caída de Tenochtitlan. Sin embargo en 1521 previo a la caída de la capital, fue liberado, salvándose de los horrores de la guerra.
Posterior a la caída de su ciudad, Ocelotl fue a residir en la ciudad de Texcoco, aquella que una vez fue “la Atenas prehispánica”, gracias a Nezahualcóyotl y que, para no caer, tuvo que aliarse a los españoles. Ahí Ocelotl logró vivir en paz y sin ser molestado por los españoles.

Fue ahí mismo donde Ocelotl pudo continuar con la práctica de los rituales que había aprendido durante toda su vida, estableciendo una pequeña escuela para enseñar a más jóvenes lo que había aprendido de sus antepasados y así poder salvar la milenaria cultura que había heredado.
















