Comercio informal, política y educación
Enrique Fernández Ramírez
Grandes lonas, enormes sombrillas de todos los colores, exhibidores rebosantes de productos, estructuras metálicas colocadas en las banquetas, cajones sobre los cuales se amontonan los productos, frutas, verduras, juguetes, ropa, fundas para teléfonos celulares, cinturones, camarón seco, plantas medicinales, herramientas, controles para televisión, ropa, etc. Y ruido, mucho, mucho ruido, como diría Joaquín Sabina.
Toda la parafernalia del comercio establecido en las banquetas (no le podemos llamar comercio ambulante, pues no andan de casa en casa ofreciendo su mercancía, como los pregoneros de antaño: “¡pan, marchanta!” “¡Pan caliente!” caminando por las calles). Lo de hoy es comercio informal que ha invadido la vía pública, las banquetas o el arroyo de circulación. Son tianguis permanentes en pleno centro de las ciudades.
Este es el gran problema de los centros urbanos de cierta magnitud poblacional. Pero no hay vendedor sin comprador. Parafraseando a Sor Juana: Hombres necios que acusáis a los ambulantes sin razón / sin ver que sois la ocasión de lo mucho que culpáis..
Hay comercio informal establecido en las banquetas porque se les ha permitido instalarse en la vía pública. Las autoridades han otorgado, mediante acuerdos poco transparentes con los comerciantes, permisos de ubicarse en los espacios que por definición deberían estar despejados y dispuestos para el libre tránsito.
Estas imágenes caóticas son ya parte del paisaje urbano de las ciudades. Si se ve bien o se ve mal, es ya cuestión de apreciación estética de los ciudadanos. Lo cierto es que, al proliferar cotidianamente, nos vamos acostumbrando a su presencia y lo vamos normalizando. Y se nos hace raro ver los días jueves, al menos en Poza Rica, las banquetas despejadas de vendedores.
Sin embargo, este fenómeno es sintomático del nivel de desarrollo civilizatorio y cultural de una sociedad. Es síntoma de la falta de empleo, por lo que la gente se ve en la necesidad de buscar ingresos mediante la venta de productos en el comercio informal. Denota un desorden administrativo municipal, por decir lo menos, al permitir que se instalen en la vía pública. Demuestra poco interés de las autoridades municipales en el ordenamiento urbano. Pone de manifiesto también la falta de educación y cultura de consumo de una sociedad aletargada en su área de confort.
Pero sobre todo, genera un entorpecimiento en el flujo peatonal y riesgos de accidentes, pues el peatón tiene que bajarse de la banqueta a caminar sobre la calle al estar imposibilitado de caminar donde le corresponde. Es una verdadera odisea transitar por las banquetas, esquivando las instalaciones tubulares, agachándote para evitar los productos colgados de las estructuras metálicas, contorsionándote para librar a las personas que están comprando y vendiendo en los reducidos pasillos. Además de que resulta imposible guardar la sana distancia en esta época de pandemia.
Por otra parte, estamos los ciudadanos que fomentamos el comercio instalado en la vía pública. Por no caminar más, por adquirir los productos que están al paso, compramos los satisfactores a los vendedores informales que están en las banquetas. Y si nosotros compramos, ellos venden. Se establece así un círculo vicioso.
Se requiere educación del consumidor para tener la cultura de adquirir nuestros satisfactores en los comercios establecidos formalmente, con su mercancía debidamente ordenada y sus exhibidores dentro del local o en sus aparadores.
Esto no quiere decir que los comerciantes informales deban ser ignorados o no tengan derecho al trabajo. Este sector del comercio tiene su razón de ser. Los vendedores necesitan del ingreso económico, producto de sus ventas. Es su fuente de trabajo, y se les debe brindar apoyo de parte de la autoridad y de parte de la sociedad.
Lo que deben hacer las administraciones municipales es regularizarlos, reordenarlos y reubicarlos en algún lugar donde puedan ofrecer sus productos sin ocasionar problemas viales, peatonales o vehiculares. Para ello se requiere un trabajo coordinado de los funcionarios competentes y que se conduzcan con honestidad, que es el signo de este gobierno. Construir un gran acuerdo, en consenso con los comerciantes, para dar solución a este embrollo urbano.
Sería interesante que en este nuevo régimen de gobierno en el que se pregona que ya no es como antes, se comenzaran a dar los primeros pasos encaminados a solucionar este problema. Pues hasta ahora, no se advierte ningún cambio en este rubro.

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