La lista se divide por categorías según el estado de urgencia, bien sea crítico, de alta o media prioridad. El grupo de prioridad crítica incluye las bacterias multirresistentes, que son especialmente peligrosas en hospitales, residencias de ancianos y entre los pacientes que necesitan ser atendidos con dispositivos como ventiladores y catéteres intravenosos.
Entre estas figuran las llamadas bacterias Acinetobacter, Pseudomonas y varias enterobacteriáceas como Klebsiella, E. coli, Serratia y Proteus, que pueden provocar infecciones graves y a menudo letales, como las de la corriente sanguínea o neumonía, y las cuales tienen capacidad de hallar nuevas formas de resistir los tratamientos.
En la categoría de prioridad alta están las bacterias que pueden darse en personas sanas, que no registran altos índices de mortalidad, pero que muestran una farmacorresistencia en aumento. Estas provocan enfermedades comunes como la Helicobacter pylori, que produce gastritis y úlceras; la Salmonellae, que provoca intoxicación alimentaria por salmonela, y la Neisseria gonorrhoeae, causante de la gonorrea.
Y en la categoría media quedan las bacterias que han ido adquiriendo cada vez más resistencias pero que aún cuentan con algún antibiótico capaz de combatirlas, como el Streptococcus pneumoniae, sin sensibilidad a la penicilina; la Haemophilus influenzae, resistente a la ampicilina, y la Shigella spp., que tolera las fluoroquinolonas.
Entre algunos de los criterios seguidos para incluir patógenos en esta clasificación se tuvo en cuenta el grado de letalidad de las infecciones, que el tratamiento requiera o no una hospitalización larga o la frecuencia con que las bacterias presentan resistencia a los antibióticos existentes cuando infectan a las personas de las comunidades.
Con esta clasificación, la OMS quiere urgir a los gobiernos a establecer políticas que promuevan la investigación científica básica y la I+D avanzada mediante organismos financiados con fondos públicos.
Fuente: EFE















