Calles cubiertas de escombros, a seis días de iniciada la devastación en colonias y ejidos.
Hipólito Moreno Tapia
Álamo, Ver.- A seis días de la devastadora inundación provocada por el desbordamiento del río Pantepec y de todos los arroyos cercanos, la ciudad y decenas de comunidades siguen sumidas en el lodo, el silencio y la incertidumbre.
El pasado viernes 10 de octubre, el agua cubrió calles enteras, arrasó comercios y penetró en las viviendas hasta alcanzar, en algunos casos, la mitad del segundo piso.
Hoy, jueves 16, la magnitud del desastre se revela con crudeza en cada recorrido: el lodo se amontona frente a casas destruidas; los autos volcados y los negocios arrasados dan testimonio de la tragedia.
Sin internet, sin comunicación y con escasos víveres, cientos de personas de comunidades vecinas, municipios cercanos y hasta de otros estados llegan para ofrecer ayuda: ropa, despensas, palabras de aliento y esperanza.
Pero los damnificados, que lo han perdido todo, piden más. Necesitan apoyo para sacar el lodo, limpiar sus hogares y volver a empezar desde cero.
“Nos quedamos sin nada”, lamenta una mujer mientras intenta rescatar lo poco que quedó entre el lodo en su casa. Su voz se quiebra entre el esfuerzo y el cansancio. “Solo queremos vivir otra vez tranquilos, pero no sé qué va a pasar… mire mis manos… no puedo más».
Las calles de colonias como 25 de Abril, Morelos, Pantepec, La Ribera, Santa Cruz y muchas más están todavía cubiertas de escombros. Familias enteras trabajan sin descanso, paleando barro e intentando rescatar sus pertenencias.
Pero además del daño material, enfrentan otro golpe: los robos. Algunos vecinos denuncian que, mientras limpian sus casas, personas ajenas aprovechan el caos para saquear lo poco que sobrevivió al agua. Reclaman vigilancia policiaca y la presencia de las autoridades municipales, cuya ausencia ha generado enojo y desconsuelo.
«No hemos visto por aquí a la alcaldesa. Que venga. ¿Por qué guarda silencio? Nos abandonaron a nuestra suerte. Tengo mucho coraje», señala una vecina de la colonia Morelos.
La desesperación se mezcla con la esperanza. En medio del desastre, los testimonios desgarradores se convierten en una cadena de resistencia. Nadie quiere rendirse. “Perdimos todo —dice un anciano con la mirada fija en el techo destrozado de su casa—, pero no la voluntad de seguir adelante”.
En Álamo, entre el lodo y las ruinas, late una fuerza silenciosa: la de un pueblo que, aun cubierto de barro, se levanta con las manos y el corazón.
















