Con un discurso repetitivo, aburrido y carente de pruebas, Emilio Olvera ha terminado quedándose solo, incluso en sus propias ruedas de prensa. Sus declaraciones generan desinterés en los medios de comunicación, pues insiste en hablar de un supuesto fraude electoral en su contra, cuando tanto el Tribunal Electoral de Veracruz como la Sala Regional Federal han determinado la transparencia y legalidad del proceso.
Lejos de abonar a la democracia, Emilio Olvera ha convertido su narrativa en un discurso vacío, cargado de resentimiento y odio, que deja al descubierto su verdadera motivación: una ambición desmedida de poder para saciar intereses personales.
Se opone al conteo total de votos, mientras sostiene en su imaginación que todos están en su contra. Esta postura no solo evidencia su falta de argumentos, sino que comienza a incomodar a los propios dirigentes estatales de Movimiento Ciudadano, quienes lo respaldan más por compromiso que por convicción.
Hoy, el caso de Emilio Olvera se perfila como uno de los peores errores de reclutamiento político de ese partido. No solo enfrenta el descrédito público, sino también denuncias legales por abuso de autoridad y amenazas a ex trabajadores.
La página de su aspiración política parece estar escrita con tinta de soberbia y victimismo, y lo único que resta es pasarla de una vez.
















