Elegante boxeador de valor admirable y trato amable

Por José Luis Rodríguez Badillo – Cronista municipal.

Amatlán, Veracruz, Campo Petrolero enclavado en la Huasteca Veracruzana al pie de la Sierra de Otontepec, dio luz a distinguidos hombres en el Auge Petrolero de nuestro país, muchos de ellos llegaron para descollar en Poza Rica su capacidad y engrandecer por mucho esta ciudad, Raymundo Zamora Maldonado fue un gran boxeador que bregó por los mejores escenarios boxísticos del país y parte de los Estados Unidos, su impresionante record enalteció nuestra ciudad, al poner su nombre en las mejores carteleras boxísticas de su gloriosa carrera. Es producto del ferviente amor de Eulalia Maldonado Gallardo y Raymundo Zamora Ovando, quien terminó en Monterrey el grado académico de Contador Privado, preparación que lo reclutó en Hacienda Federal como recaudador de rentas.

Raymundo Zamora Maldonado nació en Amatlán, Veracruz en 1937, estudio ahí la primaria con el profesor Gumersindo Hermilo Lara, llegó a Poza Rica a la edad de catorce años después que su papá ingresó a trabajar en Petróleos Mexicanos, en distintos talleres, su capacidad para manejar la máquina de escribir le dio exención para trabajar en oficina como apoyo administrativo y, junto al personal técnico tuvo la ocasión de relacionarse en el medio, sus hijos iniciaron una nueva vida en tanto Raymundo seguía muy cerca del boxeo y visitaba el gimnasio instalado debajo de las gradas del Parque Merino, donde se colocó un gimnasio improvisado paralelo al boulevard Central Poniente donde enseñaban dos entrenadores, uno de ellos el Sr. Joaquín Meléndez Leyva empleado del Departamento de Contaduría.

Cuando los ídolos eran Luis Villanueva Páramo “Kid Azteca”, Jaime “El Pajarito” Moreno, José Becerra Covarrubias, quien ganó una histórica pelea por un nocaut dramático al francés Alphonse Halimi, el colosal y consentido José Toluco López y “El Gallo de Oro” Eder Jofre, los que se consideraban la gama del boxeo mundial de aquella época, tiempo en la que Ray Zamora no media esfuerzo para escuchar por la radio las épicas peleas que se transmitían por la XEFW de Tampico, fueron esas transiciones las que le indujeron el gusto por el box.

Un día Ray Zamora se enteró en el gimnasio que se llevaría a cabo un torneo para aficionados en el Parque Merino, le dijo a Joaquín Meléndez que él quería boxear y le pidió que lo entrenara, aunque sin ninguna experiencia boxeador Ray Zamora vio la oportunidad de su vida de calzarse los guantes, dejar atrás la esgrima con las manos enredada con toallas que usaba en el patio haciendo sombra con los amigos, ahora si había realizado ese momento tan tintamente deseado, después que Joaquín le colocó los guantes le empezó a enseñar lo básico, la importancia de una buena guardia y el parado sobre el ring, más tarde como desplazarse entre el encordado que en ese momento era sobre el suelo de arcilla.    

A los quince años de edad tuvo el primer entrenamiento y regresó a su casa muy fortalecido de su ilusión, se bañó y resuelto esperó a su papá, con solidez le reveló su decisión y calló, inesperadamente encontró una sincera respuesta en su favor bajo una réplica, si pierdes, en seguida yo te daré otra dijo su progenitor, afloró la solidaridad entre ambos con un fraternal abrazo, sólo una pregunta escuchó Ray, quién es tu manager, Joaquín Meléndez, si lo conozco, platicaré con él.     

Salvado el permiso vino una profunda reflexión del joven en forma íntima, era muy importante refrendar la seriedad y lograr la preparación ideal y no hacer peleas de diez rounds hasta sentir que ya era el momento, Joaquín su entrenador le dio las rutinas que debería hacer antes del entrenamiento en el gimnasio y así se aplicó el novel púgil, Ray entendió que correr diariamente lo tendría como un toro, lleno de enjundia y condición física, premisa indispensable para todo deportista, aparte de saber manejarse lejos de los desenfrenos y convertirse en ejemplo a seguir para otros jóvenes, obligación ineludible de los deportistas.       

Cuando llegó el momento del registro en el torneo, Ray Zamora vio en la lista más de doscientos peleadores de la región y locales, entre ellos a quien serian con el tiempo muy famoso como Juan el “Cuatrero” Rodríguez Montero, Jaime “El Zurdo” Díaz Tapia, José Menacho Contreras, Carlos “Tortugo” Rodríguez y Ricardo Taylor Robles entre otros, en la primera pelea disfrutó previamente ver su nombre en el pendón promocional, tenía una dedicatoria que decía, Ray Zamora brinda su pelea al Sr. Carlos Osornio Morales.

 

Cuando subió al ring Ray Zamora lo esperaba el púgil “Kid Pomadas”, un joven que ganó su apodo por el uso de pomada en su cara, el match fue a seis rounds en Peso Gallo y Ray salió victorioso sin problema, su primer presea fue un ramo de flores y el fresco beso de la reina que le entregó el lauro, así en el año de 1953 hilvanó la primera piedra al rosario, al otro día Joaquín Meléndez le informó que Don Carlos Osornio quería hablar con él, presto llegó a la cita en las oficinas de la Refinería Nuevos Proyectos, Don Carlos pronto lo pasó muy agradecido por la deferencia, le ofreció su apoyo y trabajo si lo requería, le trámite la ficha que fue la T-500288 con la que laboro un contrato enrolándose así en Petróleos Mexicanos. 

La siguiente prueba la pasó cuando su papá le preguntó a Joaquín Meléndez de forma directa, como ves a mi hijo, podrá o no podrá, la respuesta fue muy similar, tiene clase, con una leve sonrisa el papá le dio la venia, pero la realidad era otra, pues sólo Dios sabía que había enviado al mundo a un boxeador muy dotado, así esto quedó evidente cuando terminó el torneo al ganar la final a Nicolás Sánchez Barba, al día siguiente Ray festejó su triunfo entrenando, por la tarde Joaquín le informó que su pelea de debut profesional seria en Poza Rica contra el pugilista Gregorio Ramos, contienda que ganó por decisión en los seis rounds pactados.

Ray hizo de su pegada y boxeo clásico un arte que implantó terror por enfrentarlo, no fue fácil pegarle, sabia esquivar los golpes y su sistemático golpeo iba minado lentamente al rival, por tal razón quienes lo enfrentaron tenían que ir bien física o sucumbían rápido, pero los temerarios pagaron mal su osadía de aguantar, salían masacrados con la cara hacia abajo, su repertorio fue tan vasto que sabía en qué momento pegar un uppercut, gancho o mantener a distancia con el jab, su mejor golpe lo atizaba agregando el impulso de su cuerpo, lo que hacía el impacto más potente y mortífero, su filosofía fue pegar y pegar, eso inminentemente acumulaba puntos y desgastaba al rival dándole dos opciones de ganar, consejo que recibió de Joaquín Meléndez y nunca lo olvidó.    

Consolidado Ray Zamora como el gran ídolo pozarricense, brindó grandes peleas solidificándose en púgil con golpeo de atingencia, su record lo destacaba como un peleador de gran resistencia, mucho valor, un esteta de cuerpo magro, de pegada sólida y gran calidad, se mantenía con 34 victorias sin caída, la mayoría de ellas sobre el ring del Parque Merino, en el que inició a tejer su legendaria carrera, Ray tuvo las miras muy altas, una de ellas enfocadas a su internacionalización, en una seria reflexión resolvió dejar el trabajo y emigrar al norte, sólo llevaba su proverbial record para dedicarse de tiempo completo al boxeo buscando su propio destino de vida, a los dieciocho años su objetivo fue la plaza de Reynosa, Tamaulipas, punto para llegar a Los Ángeles, California, USA. 

 

Ray debutó el 8 de Julio de 1957 en pelas a diez en Reynosa, Tamaulipas contra José el “Greñas” Aguilar de Coahuila de Zaragoza, venciéndolo por clara decisión y convenciendo al promotor Treviño, que le prometió seguir promoviéndolo por la aceptación que tuvo con la afición que lo mimó como peleador local, la empatía boxística que tenía Ray en aquellos lares fue admirable por el corto tiempo que tenia de haber llegado. continuó su meteórica carreara boxísticas en arenas de Monterrey, Tamaulipas, Coahuila y Durango donde enfrentó a peleadores de gran calibre: Héctor Ramírez, Ray Martínez, Joel López, Jesús Rodríguez y Carlos Ríos, durante ese tour entró nuevamente a laborar en Pemex, combinando el boxeo y trabajo, cruzar la frontera Norteamericana como residente de Reynosa, que lo puso en vía de su objetivo, Los Ángeles, California, antes  fue a Town Hall arena de Corpus Cristi, Texas, donde tuvo una dura pelea contra Óscar Ivonne Ortegón, un italoamericano al que ganó claramente, firmó la revancha para pelear en Brownsville pero esta nuca se efectuó.

Su siguiente pelea fue en la Arena Coliseo de Reynosa, contra José Luis Lugo de Ciudad Juárez, Chihuahua, después de estelarista el 13 de Octubre de 1958 donde enlazó otro contundente triunfo, donde Ray Zamora demostró ser un esteta de enorme calidad y sencillez natural, atributo que animó a muchos promotores a exhibir funciones con fines caritativos, en repetidas veces fue llamado a recaudar fondos para Cruz Roja, escuelas en construcción y muchas causas nobles que solicitaban de su noble bondad, cualidad que lo sigue distinguiendo hasta estos días, peleas que naturalmente no se registraron en su record como muchas más.

Después de otras peleas en la provincia tamaulipeca y ciudades colindantes con este estado, Mito Treviño lo enfrentó al potente peleador de Torreón, Coahuila, Pascual Jiménez el “Kid Filipino” sabiendo lo difícil que era Filipino, Ray Zamora no vio el peligro que representaba la pelea y la aceptó, se pactara en pluma para mayo de 1959, mach que se declaró empate, gracias a que Ray se levantó de la lona a dar una feroz pelea, Zamora sintió por única ocasión lo que es caer de un impacto en el rostro, sólo que Ray sintió pena, sabía que en ring side se hallaba Don Manuel Salas Castelán, presidente municipal de Poza Rica, su hijo Guillermo. 

Después de la pelea Manuel Salas Castelán felicitó a Ray Zamora, con quien tenía una amistad muy particular, incluso se decían parientes, Manuel le pide a Ray que volviera a Poza Rica, lo que hizo después del 8 de Junio de 1959 cundo en pelea de desquite le puso un repaso a Filipino que lo dejó especulando sobre colgar los guantes, que al final hizo en 1960, con ese triunfo ganó el derecho a pelear contra “Kid Anáhuac”, clasificado mundial. Macha que se celebró el 20 de julio de 1959 en Reynosa, el temible Humberto Villarreal Martínez el “Kid Anáhuac”, que venía de vencer a Davey Moore en el Olympic Auditórium de Los Ángeles, California, USA, a Ultiminio Ramos y al panameño Ismael Laguna en el Sports Arena, Los Ángeles, California, USA, de ese calibre fue el contrincante al que enfrentó Ray Zamora y que ganó con relativa facilidad revaluando su palmarés. 

 

En Poza Rica regresó a trabajar en Pemex combinándolo con el boxeo, además de tener la dicha de conocer a la señorita Candelaria Hernández Lumbrera con quien se casó y felizmente vive en esta ciudad, compañía solidaria en el cuidado de su dieta, conformaba su ánimo amorosamente después de cada pelea. Hoy en día la pareja disfruta de la vida siendo muy estimados en nuestra ciudad.

Convertido en un peleador de primera línea en la categoría de pluma escuchó a Joaquín Meléndez en que le comentó, Ray el cubano Manuel Armenteros no tiene rival, preguntándole, como vez, pues tráiganlo, fue indudable que Ray desconocía la formidable carrera del cubano, de inmediato se metió al gimnasio, sólo entendía que tenía que preparase, su filosofía era de querer ser campeón y tenía que pasar por quien tuviera enfrente, así que el 19 de diciembre de 1959 sobre el ring que se colocó en el Parque Merino esperaría a Manuel Armenteros. 

Después del campanazo empezó la pelea y la cátedra de Ray, el primer round se vio la ambición triunfadora del púgil local, cuando inició el segundo asalto, Ray salió como si fuera un volcán en permanente erupción, con admirable habilidad de coordinación en tiempo y espacio ablandó al cubano con certeros impactos a la zona hepática, ablandando a temprano hora al sorprendido Armenteros, mientras Ray se veía como roble, que incansable seguía asestando jab tras jab, golpes al hígado sin respuesta, mientras la afición atónita arengaba a su ídolo a noquear.

El último episodio inició con aplausos para Ray Zamora, al sonar la campana el martirio siguió para el desfallecido cubano, lo trajeron de pilar a poste, anduvo sobre piernas torpes, vacilantes, buscando las cuerdas para recargarse y poder conservar la vertical, era admirable el prodigio de no desplomarse, hasta que llegó el anhelado campanazo final, el cubanito respiró sosiego, herido en su amor propio, con las huellas del cotejo acudió pesadamente a felicitar a su verdugo, ambos se fundieron en un abrazo intercambiaron palabra un poco incoherentes, mientras que el réferi alzó el brazo a Ray Zamora declarándolo ganador. Meses después Manuel Armenteros volvió a Córdoba por la revancha y por otra felpa. 

Con la moral muy por encima Ray Zamora volvió a pelear el 13 de abril de 1960 en la ciudad de México, en pelea estelar de los clásicos sábados de boxeo contra Chilo Barranco, ahí los columnistas especialistas del boxeo de La Afición, El Esto y Ovaciones le dedicaron espléndidas crónicas días antes de la pelea que perdió por un cabezazo accidental, dando el triunfo Chilo fue declarado vencedor. El 19 de Marzo de 1960 peleó en Durango contra Agustín Campos siendo el triunfo para el pozarricense, con el nulo desgaste a la semana siguiente le ganó al novato Tino Rodríguez, esa noche Ray Zamora aplicó un nocaut efectivo en el primer raund.

Cuando sonó la campana en el fatídico séptimo episodio Ray siguió teniendo la iniciativa, siempre para adelante fintando y tirando el jab con mucha precisión, era tal que Efrén tenía el pómulo inflamado, de pronto Efrén arremetió con voracidad y Ray alzó la guardia para protegerse cuando recibe un potente gancho en el hígado que lo hizo doblarse, y poner una rodilla en la lona hasta la cuenta fatídica ante el asombro del público, que se dio cita en el Auditorio Municipal de Tampico. 

Ray es un caballero fuera del ring y fue un guerrero dentro de él, ha demostrado cómo se tiene que comportar un boxeador fuera del encordado, su calidad galante dentro del cuadrilátero era el espejo de su sinceridad, amable, sencillo y de trato cordial, en el ocaso de su carrera que la terminó en la cúspide, incrustó en nuestra sociedad de manera humilde, jamás ha tenido aspavientos de grandeza, está muy consciente de lo que logró y dejó de lograr, sabe que fue honesto en el ring, nunca dio un golpe con mala fe, siempre en buena lid, por eso su gloria y hazaña como el mejor que fue, por eso Ray Zamora fue el lujo que tuvo el boxeo hasta esos días 

Después de tanta gloria no puede quedar en el olvido de la memoria pozarricense, se debemos tener presente como una gran leyenda viviente, tiene el privilegio de haber ganado muchos amigos y admiradores, entre ellos políticos, profesionista y la generosa sociedad pozarricense, tiene tres hijos que son su mayúsculo orgullo; Raymundo que es exitoso Ingeniero Industrial, Isabel Astrid Licenciada en Idiomas y Mayra Licenciada En administración de Empresas. Laboralmente Ray Zamora es jubilado de Petróleos Mexicanos después de haber tenido varios cargos sindicales por voluntad de sus compañeros de trabajo. Gracias Campeón por poner con letra de oro el nombre de Poza Rica en donde derramaste sudor, valor, honestidad y no dejó asignatura pendiente, ¡ahora deben llegar los homenajes¡ que merecidos son.