Acertijos Gilberto Haaz Diez

Gilberto Haaz

*Hablando de nuestras desgracias las aliviamos. Camelot. 

EL NUEVO PADRE DE LA PATRIA 

Entre el 15 y el 16 de septiembre, el mundo mexica se asombró de que a México le llegó un nuevo padre de la patria, el dictador cubano, Miguel Díaz Canel. Invitado por el presidente AMLO al desfile de la Independencia, no solo lo aireó, le dio el micrófono de la patria y aquel, todo lo contario de Fidel Castro, que era bueno para los discursos, tiró un rollo melifluo sobre Juárez y Martí y amigos que le acompañaron. Pero ahí no terminó el sainete. Por la noche suelo grabar los tres noticieros de importancia, y cuando terminan comienzo a verlos uno por uno, brincando lo que no me interesa, y el mejor de los tres que veo, el de Denisse Maerker, Televisa, Ciro Gómez Leyva, Imagen, y Azucena con Milenio, que fue el mejor de los tres, porque no solo le dio la voz a las dos vertientes, a los amloistas y a sus contrarios. La mañana transcurría apacible, a lo lejos, entre los invitados diplomáticos, sentado casi en el rincón donde languidecía, el nuevo embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, que tenía cinco días de haber presentado sus cartas credenciales al presidente, distinguible por su siempre grande sombrero texano. No terminó de oír la sarta de improperios hacia su país, al que AMLO acusó de intervencionista y de bloqueador de Cuba y se marchó, y a su barco le llamó libertad. Se fue antes de los 45 minutos que terminara el acto, a informarle al patrón y a Kamala Harris. Azucena fue más lejos, le dio pantalla y voz a Yoani Sánchez, excelente periodista que vive en la Habana, bloguera y filóloga, directora del diario 14ymedio, una voz cubana que se quejó del maltrato del presidente AMLO a los cubanos, al pueblo, y le dijo a Azucena, que no solo los agravió, que se la van a guardar: “López Obrador ha elegido el triste papel de apoyar a un hombre que pasará a la historia cubana como una marioneta que el día en que pudo haberse cortado los hilos y actuar con la grandeza de un estadista, prefirió la represión. La vieja práctica del golpe y la mordaza de los Castro”, dijo en su tuiter. Otro fue uno más de los disidentes cubanos, que viven allá muriendo de hambre. Buen noticiero, lo remató con la locura de la periodista Isabel Arvide, amiga de los generales, Cónsul quien, desde Estambul, Turquía, al dar el Grito de Independencia, gritó Viva el presidente Andrés Manuel López Obrador, y una mujer mexicana, que allí estaba presente, subió al templete de la patria para decirle que AMLO no pertenecía a ese grito, que era presidente, pero nomás. Cosas de los gritos de los chairos en el poder. Los otros dos noticieros, no valieron la pena. Luego, atarantado de tanto dictador cubano, me fui a releer el libro Los idus de marzo, del gran Thorton Wilde, la historia del asesinato de Julio César, ese mismo que, en la glorificación del poder, decía: “Yo, que gobierno tantos hombres, soy gobernado por pájaros y truenos”, historia que dejo para otro día.  

EL GRAN JACOBO ZABLUDOVSKY 

Aquel 19 de septiembre de 1985, Jacobo Zabludovsky, el mejor comunicador de radio y TV de México, salió a la calle y lo primero que informó fue: “No he visto ninguna alteración, quizá un poquito más de tránsito que el acostumbrado”, aquello más adelante, al seguir informando desde un auto con el quizá único radio que había, porque las pocas comunicaciones estaban cortadas por el temblor, Jacobo se encontraría una ciudad devastada, llena de muerte y dolor. La crónica radiofónica de aquel año le dio premios, en España seguido ganaba el Premio Ondas. Era de asombro cada cuadra que veía, era una zona de guerra, decía el gran comunicador. La cafetería Súper leche, el hotel Regis, la cara de espanto y de dolor que puso cuando vio su casa, Televisa, medio derrumbada donde murieron varios de sus compañeros, “hermanos de trabajo”, les llamaba. Uno puede ir al Youtube y buscar aquella narración que fue genial, dolorosa, dramática. Televisa está promocionando en unas capsulas, los 70 años que tiene la empresa de informar a México y al mundo. Y en ellas aparece el temblor y la imagen de siempre del gran Jacobo con sus gafas sin igual, con la palabra y el dolor entrevistando a gente que no podía hablar, llorando a ratos en silencio, pero siempre sin dejar de informar. Cuando México no volvió a ser el mismo y la historia de ese temblor dio paso a que naciera aquella llamada Sociedad Civil, cuando mexicanos y mexicanas salieron a las calles con cubetas y palas, con escobas, con trapos en la boca para no asfixiarse con el olor a cemento, de tantos edificios caídos. Un memorial de dolor, que Televisa nos hizo recordar aquella que fue la única señal que había con el mundo y con el país, donde desde el extranjero decían que México había desaparecido, aquel temblor que nos dejó heridas que aún no cicatrizan y que jamás sabremos cuántos y quiénes fueron los muertos, aunque oficialmente se habló de un poco más de 20 mil personas, la gente dice que fueron muchas más. Un dolor de aquel 19 de septiembre, hace 36 años, cuando Jacobo informaba, y lloraba por sus compañeros caídos y por tanta muerte. 

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