Gilberto Haaz
* Cuando las rebeliones llegan. Camelot.
EL FIN DE LA GIRA CUBANA (2009)
Termino el relato de una semana en La Habana en 2009. Vi de todo y sin medida. Visité la Finca Vigía, donde vivió Hemingway y ahora es un museo visitable, donde presumía su alberca, porque en ella se bañaba desnuda Ava Gardner, cuando Hemingway tenía invitados, presumía y les decía: “Toca el agua, para que sientas la piel desnuda de Ava”. Compré sus puros Cohiba y me traje un par de botellas de ron. Una historia conocida, poco antes del bloqueo de 1962 que afianzó el presidente JFK, encargó a su secretario de prensa, Pierre Salinger, comprar mil puros cubanos, porque les metía el embargo; en las calles vi sus stands de libros viejos y vi su pobreza del centro histórico, platiqué con sus jóvenes, todos se sienten atrapados, como ahora que se rebelan, no les permiten salir y los que salen, huyen. Vi sus hospitales muy deteriorados y compré la afamada medicina para el Vitíligo, mal de pinto, pedido por un amigo. Con médicos que gozan de prestigio, pero sin la tecnología hospitalaria, no pueden tenerla Conocí aquel imperio que sobrevive, el edificio Bacardí, que seguro lo construyeron los que hicieron el Empire State Bulding en Nueva York, porque es igualito, pero en pequeño, la familia Bacardi está aún en espera de la aplicación de la Ley Helms-Burton, la que obliga a Cuba a pagar lo que expropiaron sin liquidar. La familia era la más adinerada de Cuba. Encontré a sus músicos, fui a un bar nocturno donde tiraban sus rolas: ‘Y aunque tú, me has echado en el abandono”, en un café de la tarde encontré a una mujer que, cuando nos vio y supo que veníamos de Veracruz, me dijo: ‘Yo adoraba a Toña La Negra”, y comenzó a cantar como ella, Veracruz, pedacito de patria que sabe sufrir y cantar. También al show del Tropicana, visita obligada con sus bellas bailarinas. No fui a su estación de radio, donde ellos legaron al mundo la primera estación de radio. En 1928 Cuba tenía 61 estaciones de radio, para que vean la grandeza que perdieron. Pero me compré y traje un Grannma, su periódico, casi una hojita parroquial. Sus buenos restaurantes, solo para turistas porque los cubanos no tienen acceso a ellos, no tienen pasta. Y cuando los ven llegar se incomodan. Me ocurrió con Ciro, el chofer contratado, al que invitaba a desayunar al Hotel Meliá y una vez el portero nos detuvo: “Él no puede entrar, porque no es turista”. En aquella época ni los lobby pisaban. Le dije que desayunaría conmigo, porque yo, que sí era turista, pagaría su desayuno. El tipo hizo un gesto no agradable, pero se largó. Gacho, me dijo su paisano Ciro.
EL HOTEL NACIONAL Y DEMAS COSAS
Llegué a La Bodeguita del Medio, donde tienen en una esquina un busto de Hemingway acodado en la barra, porque allí solía ir a tirar sus mojitos. Fui a su hotel El Nacional, de gran historia, como se vio en la película El Padrino, cuando Fulgencio Batista y la mafia salieron huyendo ese 31 de diciembre de 1959, que los barbones de Fidel llegaban, tiene ese hotel una gran galería de artistas mexicanos, desde María Félix hasta Lara y Cantinflas, Tin Tan, nuestras glorias del cine mexicano. Y todos los americanos, Nat King Cole, Sinatra, y mafiosos, incluyendo a Meyer Lansky, el judío que murió en la cama, aquel que solía decir: “En cualquier negociación lo importante es no ser el muerto”. Cuando la Unión Soviética se desintegró, ellos dejaron de tener ayudas. Culpan al maldito bloqueo, que algo tiene que ver, pero no todo, Obama hizo un intento de abrir algo a Cuba, pero llegó Trump y anudo más ese nudo. No hay elecciones libres y ese pueblo debe abrirse a que llegue la inversión extranjera y tengan empleos sus habitantes. Son gente muy lista y muy trabajadora, buena parte del Miami actual está hecho con el esfuerzo de los cubanos, que en su cubana Calle 8 se manifiestan por la libertad de esa Isla que, por las noches, logran ver sus luces a las 228 millas de La Habana a Miami. Aportan al mundo grandes escritores, como el gran Guillermo Cabrera infante, que un día, aliado de la Revolución de Fidel veía su fracaso y se fue a Londres, para nunca más volver. Allá murió. Grandes beisbolistas y grandes músicos y grandes productores de televisión y científicos y poetas. No es culpa del bloqueo, es culpa del sojuzgamiento a que los tienen sometidos. Donde la única libertad que tienen es el aire que respiran por la mañana. Después de 60 años de tenerlos cautivos. Ojalá y algún día les llegue la libertad, como ahora la exigen en las calles. Aunque se ve difícil. Y Moscú con Putin patalea, pero ya no les manda ayuda, ni vacunas ni gas ni petróleo ni rublos. A los americanos les vale, casi ni voltean a verlos sufrir, eran un peligro cuando la Guerra Fría, porque un día por poco se sueltan los cañonazos entre la Unión Soviética y Estados Unidos en tiempo de JFK y Kruschev, pero esa es otra historia. Así lo vi y así lo recuerdo, aunque, como dijera Benedetti: “No vayas a creer lo que te cuentan del mundo, ni siquiera esta historia que te estoy contando, ya sabes que el mundo es incontable”.